TLC 2.0, ¿y las pymes?
El poder de la pluma
Su origen en 1992 obedeció a una época en la que México lidiaba con inflación en un entorno internacional, en el que en Inglaterra se vendían empresas públicas y se creía que el libre comercio iba a fomentar el empleo y bajar precios; en México urgían estos puntos. Pasaron más de 20 años, las tasas de interés siguen caras, los precios de productos extranjeros más caros en México que en Estados Unidos, y los mexicanos más baratos en Estados Unidos que en México. Crecieron comercio e inversión increíblemente, pero el empleo y el PIB no en la misma proporción. ¿Cómo puede ser posible esa incongruencia? Sencillo, solo favorecieron a grandes empresas.
El factor político en las negociaciones ya juega un papel; es decir, se toman en cuenta sectores afectados por el TLC, principalmente industrias que en los dos lados quebraron por la apertura indiscriminada a productos asiáticos, cuyas condiciones de fabricación eran subsidiadas o más baratas por no pagar costos de regulación ambiental ni de prestaciones a los trabajadores. Trump, para contrarrestar este efecto, bajó el impuesto sobre la renta, subió algunos aranceles y generó una cultura nacionalista de crítica a las empresas norteamericanas que invierten en fábricas fuera de Estados Unidos. El factor político nunca debió haberse salido del TLC como dice la canciller canadiense: “Necesitamos un TLC que favorezca al país y a la clase media”.
Entramos a una negociación no voluntaria con amenazas de aranceles, cancelación del TLC y otras; al final logramos ciertas ventajas, como que los productos rurales ya van a poderse exportar en tiempo de producción natural; antes, si era época de naranjas, no se podía exportar, ahora ya se puede. Otro factor bueno es el certificado de origen, antes se tenía que ir a una oficina de gobierno para la constancia de cada exportación, ahora los fabricantes van a poder hacer el trámite una vez.
La desventaja más importante es la solución de disputas que México aceptó que fueran ventiladas en tribunales y no en paneles binacionales; de hecho, esta incursión de la política en el comercio es la razón fundamental por la cual Canadá no quiere firmar el acuerdo; este punto cosmético y que nulifica un acuerdo tácito de libre comercio en la práctica no es valioso, ya que cada país tiene instrumentos como aranceles o regulaciones diversas para contrarrestar el comercio de productos indeseados.
La pyme mexicana y su productividad no se tomaron en cuenta.