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Parece que las palabras son solo palabras, que no es importante lo que decimos porque se lo lleva el viento y el tiempo. Sin embargo, las palabras pueden llegar a hacer mucho daño, destruir relaciones, acabar con los sueños y la autoestima de otra persona y, en ocasiones, hasta de nosotros mismos.

Porque las palabras son mas permanentes y fuertes que lo que podría pensarse, por eso es importante elegir nuestras palabras con cuidado y usarlas sobre todo para alabar, admirar y reconocer lo bueno que hay en los demás y en uno mismo. Decía muy sabiamente el conejito Tambor en la película de Bambi: “Si no tienes algo bueno que decir de los demás, es mejor callar”.

En ocasiones, escudados en que lo que decimos es verdad, nos atrevemos a criticar o a tratar de controlar a otros, pero en el fondo solo podemos hablar desde nuestro punto de vista, y eso no es siempre desde la verdad, así que, si nuestras palabras van a herir a la otra persona o van la van a limitarla, es mejor no expresarlas, sobre todo si no nos han pedido nuestra opinión.

Nosotros mismos somos lo que pensamos, y lo que pensamos son palabras, así que hay que cuidar mucho nuestro diálogo interno, qué nos decimos, porque si constantemente te dices que eres un perdedor, seguramente así te sientes; si cada vez que planeas un sueño te dices que no vale la pena, nunca lo conseguirás; si te enfocas en lo positivo, tú mismo serás tu fuente de motivación y de inspiración.

Nuestro diálogo interior es aún más importante que nuestro diálogo exterior, porque nos define y nos limita, todos tenemos mucha cualidades y habilidades, concéntrate en ellas y siempre piensa que si verdaderamente quieres algo y estás dispuesto a trabajar en ello, seguramente lo conseguirás; las realidades deben forjarse en tu interior, en tu pensamiento y en tus sueños, para después poder materializarse.

En el diálogo exterior debemos también cuidar nuestras palabras, porque es la manera en que la gente puede conocer tu interior, quién eres y en qué piensas. Así que cuando hablas de otra persona y te expresas con envidia o con crítica extrema, estás hablando más de ti mismo que de la otra persona. No nos damos cuenta cuánto revelamos de nosotros mismos, más aún, cuando hablamos de alguien que no está presente; así que la próxima vez que estés dispuesto a criticar, recuerda cuán expuesto quedarás tú mismo al hacerlo.

Cuando hablamos, sobre todo con niños, tenemos su autoestima en nuestras manos, la imagen de sí mismos aún se está formando, en algunos adultos también, y lo que decimos puede marcar su camino; si le ayudamos a ver sus puntos fuertes, sus habilidades, sus posibilidades… si con nuestras palabras le hacemos saber que todo sueño es posible si trabajas para conseguirlo, que la fuerza está en su interior, ese niño crecerá para ser un adulto seguro; pero si le decimos que es un torpe o un inútil, seguramente lo será.

Las palabras son muy fuertes, son armas que destruyen o cimientos que conforman la fuerza de tu interior. Utilízalas con sabiduría. En utilizarlas está el saber cuándo callar, porque puedes tener la razón o ser feliz, pero casi nunca puedes tener las dos cosas. Tú decides.

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