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Hace mucho años, mi abuelita tenía un artefacto muy divertido que se llamaba caleidoscopio. Yo me pasaba horas viendo reflejos en los espejos internos que me regresaban imágenes. Cada imagen era hermosa, pero ninguna reflejaba la realidad, eran distorsiones armoniosas, pero nunca la realidad.

Así es como vivimos el mundo de hoy, rodeados de cosas hermosas, pero que no tienen sustancia, experiencias emocionantes, pero logradas sin esfuerzo, belleza simétrica lograda por el bisturí de un cirujano.

Cuando se quería vivir una experiencia llena de aventura y adrenalina se tenían que hacer grandes esfuerzos físicos, se tenía uno que preparar físicamente para hacer un recorrido en el campo o para escalar una montaña. Cuando uno quería sentir la emoción de desplazarse rápidamente en el agua tenía que aprender a esquiar, caerse varias veces y al final lograr deslizarse por las aguas a gran velocidad logrando la satisfacción del éxito obtenido a base de esfuerzo. Hoy amarran un inflable detrás de una lancha y cualquier persona que se siente en ella vivirá la experiencia, y sí se divertirá y sentirá la emoción, pero no obtendrá la satisfacción del éxito logrado a través de la constancia y el trabajo.

Antes, si alguien quería vivir la experiencia de una guerra dedicaba su vida al ejército, hoy nuestros hijos son héroes intergalácticos que vencen terribles amenazas y el único riesgo que corren es el de obtener un gameover en la pantalla. El amor y la amistad se ha reducido a relaciones de mensajes vía Facebook o likes en Instagram, los apostolados y la manera de ayudar a las personas es fertilizando su granja cibernética, y una persona popular es la que tiene más de mil amigos en sus redes sociales. La belleza de las personas ya no se ve en el reflejo limpio de su mirada, ni en la armonía natural de las facciones, sino en la perfección quirúrgica, cuerpos inflados y con prótesis se autoproclaman hoy como la belleza perfecta, a pesar de que ya no son el reflejo de una vida sana y ordenada.

Los reflejos de la realidad nos ciegan y nos hacen perder la perspectiva, nos llenan de emociones momentáneas y experiencias únicas, pero que al no tener sustento en el esfuerzo personal solo dejan vacío y soledad. Le damos vueltas y vueltas al caleidoscopio logrando satisfacción y emoción por un segundo, pero nunca la felicidad. Siempre correremos detrás de ella porque sin darnos cuenta, en vez de acercarnos nos alejamos, no buscamos la satisfacción en lo verdadero y lo que tiene sentido, sino que solo buscamos hermosas imágenes dando vueltas y vueltas al caleidoscopio en vez de ver de frente la realidad, de esforzarnos por alcanzar lo que queremos, de ponernos metas que requieran de nuestro intelecto, que sean un reto, reajustar nuestros ojos a la verdadera belleza aunque sea menos espectacular, ayudar a las personas con compañía y con amistad, recordar la calidez de la amistad personal, de las visitas, del mundo real, de la naturaleza, del amor.

Experiencias que siempre tienen un riesgo, de las que uno puede salir lastimado, pero que al conseguirlas también llenan los huecos de nuestro espíritu y nos permiten encontrar la felicidad.

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