La historia, decía Cicerón, es Maestra de vida (Historia est magistra vitae) y es obligación de todo ciudadano conocerla para, como Santayana postulaba: no estar condenados a repetir errores del pasado. En este sentido, vale la pena recordar al pensador jalisciense, tribuno y jurista Mariano Otero Mestas, quien, en los momentos álgidos de la guerra contra Estados Unidos, que llevó a la pérdida de vastos territorios, advertía: “Debemos igualarnos con ese pueblo para vencerlo”.

Mariano Otero proponía un “acuerdo en lo fundamental” que unificara a la nación para hacer frente a la invasión norteamericana (1846-1848). Firmado el Tratado de Guadalupe Hidalgo (2-II-1848), Otero votó, junto con otros tres diputados, contra su aprobación porque el Ejecutivo carecía de facultades para negociarlo, y porque se despojaba a México de inmensas tierras que no eran materia de disputa al comenzar la guerra (la materia era sólo Texas), lo que mostraba con claridad que la invasión norteamericana era una brutal guerra de conquista para despojarnos de todo el territorio que pudiera ser arrebatado; propuso que el Congreso se negara a reconocer cualquier acuerdo que implicara enajenación del suelo nacional.

El jurista, creador del Juicio de Amparo junto con el yucateco Crescencio Rejón (éste lo formuló en la Constitución de Yucatán de 1840 y lo integró a la Constitución federal de 1847), fue un precursor en muchos sentidos de la vida institucional mexicana. Fue diputado constituyente (1842 y 1847) sin pertenecer a ningún partido (hoy le dirían independiente), propuso el federalismo fiscal para evitar que mandara “el que recibe los impuestos” y padeció cárcel por oponerse a los gobiernos centralistas.

Fue un genio en un siglo (el XIX) que tantos intelectuales de primera línea aportó y en el cual se constituyó la nación. El liberalismo de ese “siglo de las luces” para México le debe mucho, por sus tesis de avanzada y su defensa de los “derechos humanos” y la integridad del territorio nacional en una época, como la de hoy, en que el país se veía bajo la amenaza del coloso del Norte.

Bien haríamos en enterarnos de su vida y su obra, de su congruencia intelectual y política y hacer valer su ejemplo.

Nació el 4 de febrero de 1817, en Guadalajara, y murió, a los 33 años de edad, víctima del cólera, el 31 de mayo de 1850, en la Ciudad de México.