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Tengo un problema con AMLO. Su desmedido egocentrismo, rayano en la procacidad y la desfachatez. Hay cosas que dice y que la realidad nos señala que son ciertas, por ejemplo el asunto de las gasolinas y el gas de consumo doméstico: en ambos casos la liberación jugó contra los consumidores y no ha habido poder humano que lo impida, aun imponiendo multas y sanciones a quienes abusan y especulan con los precios. Así podría citar dos o tres temas más en los que creo que hace un buen análisis, pero da una solución errada.

Alguien me criticó en el Facebook que hubiera compartido una versión manipulada y tasajeada de la entrevista que el dueño de La Chingada (en Palenque) dio a varios periodistas de Milenio, pero me eché de arriba a abajo la nota que reproduce ese encuentro y tengo que insistir en que algo me huele mal. Como él desconfía de todas las instituciones (de la Presidencia para abajo), yo tengo derecho a desconfiar de quien se postula como único capaz de lograr la transformación de México y hacer de la nación un paraíso donde “todos tengan cabida” y los sueños se realicen. Sobre todo si se compara, entre otros “próceres”, con Juárez, el presidente de facto (nunca fue elegido) que estuvo a punto de vender a México a potencias extranjeras.

Me parece de cócora su yoísmo: “Se lo que se tiene que hacer, que atender...”, “eso lo tengo muy claro…”. “Quiero pasar a la historia como Juárez, como el apóstol de la democracia, Francisco I. Madero, y como el general Lázaro Cárdenas del Río. Y no es ego, es buscar ser ni siquiera hombre de Estado, quiero ser hombre de nación”. Y me preocupa un poco que no le guste nada de lo que hay y quiera tumbarlo todo de una forma u otra.

Y no es que lo que hay sea para saltar de gozo ni estamos en Jauja, porque vivimos en un país víctima de la violencia y atacado por la corrupción en muchas franjas institucionales, pero no todo es malo. De entrada, estamos inmersos en un mundo interdependiente y no podemos renunciar a contratos, convenios y arreglos con otros países, so pena de que nos ocurra lo que en Venezuela.

En resumen: el tabasqueño hace buenos diagnósticos, pero receta curas equivocadas y ofrece instaurarlas con malas compañías, esas que todos conocemos y que empiezan con Bartlett y se siguen alimentando con el lumpen de la política y la economía.

México se juega mucho en estas elecciones. Ojalá pensemos bien antes de votar (aunque no haya mejores en la boleta).

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