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No soy adicto a las bodas religiosas -con trabajo asistí a la mía-, pero, tratándose de la que protagonizaron el príncipe Harry y la actriz y activista norteamericana Meghan Markle, con gusto desperté a las 4 de la mañana para no perder detalle del suceso. Y vaya que hubo recompensas de sobra para la desmañanada, desde la presencia en primera fila de la madre de la desposada, una negra de 61 años e instructora de yoga en Los Ángeles, Doria Ragland (el apellido de los dueños de su familia esclava), hasta el coro de gospel (negros también) que –dicen los historiadores- por vez primera en cinco siglos se oyó en la capilla de San Jorge en el Castillo de Windsor.

Millones lo vimos, así que no hay que entrar en detalles. Vale la pena sí destacar que la canción que interpretó magníficamente el coro, Stand by me, es un clásico del género negro. Compuesta por Ben E. King en 1961, fue retomada en 1974 por John Lennon que le dio un tinte más social a la que fue creada como pieza romántica. Lennon, enemigo de las guerras, devolvió en 1969 una medalla que le otorgó la reina Isabel II. Ironías de la vida, la monarca oyó el canto en la boda de su nieto y, no sólo eso, su hijo Carlos fue quien lo pidió a The Kingdom Choir, según dijo la directora, Karen Gibson.

Pero en medio de todas las transgresiones a un rígido protocolo británico, lo que más me llamó la atención fue el sermón del obispo Michael Curry, ex titular de la Iglesia Episcopal de Carolina del Norte –tierra de esclavos como la que más-, un liberal de 65 años, casado, padre de dos hijas y promotor del matrimonio igualitario y la ordenación de mujeres sacerdotes.

Armado con una tableta –a la que muy pocas veces dirigió la mirada- Curry, desenfadado, sonriente, bromista, paternal con los novios, dedicó su alocución al amor, que debe estar presente en todas las actividades humanas, incluidos el comercio y la política. Me emocionaron sus referencias al antropólogo y teólogo católico Teilhard de Chardin, mártir del conservadurismo a ultranza de la jerarquía vaticana –condenado al silencio y de urgente reivindicación como el enorme científico que fue-, al hablar del fuego como el gran combustible de las realizaciones y logros de la humanidad. “No estaríamos aquí sin el descubrimiento del fuego”, dijo el obispo Curry, primer negro en presidir la Iglesia Episcopal norteamericana, derivación de la Iglesia Anglicana en cuyo rito se casaron Harry y Megan.

Valió la pena madrugar para oír a monseñor Curry.

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