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En estas elecciones, como nunca, las redes sociales tienen una influencia extraordinaria, entre otras cosas –diría Perogrullo-, porque por vez primera hay una avalancha de millones de usuarios en esos medios de comunicación y la mayoría no tiene el “colmillo” de los expertos en mass media y no se dan cuenta –según esos gurúes que leen las entrañas del smartphone- de que pueden ser objeto de manipulación a través de bots y trolls (palabras novísimas para describir un fenómeno ancestral: el control de las masas y su utilización para fines perversos).

Quienes se ufanan en conocer, describir y analizar lo que ocurre en redes sociales y ofrecen su expertise (ya no experiencia, suena antiguo) a los candidatos para combatirlas eficazmente se ve que no conocen la historia: reyes, faraones, cónsules, emperadores, presidentes y dictadores se han valido de la manipulación para conseguir que las multitudes hipnotizadas los sigan inclusive hasta el sacrificio de su vida por el personaje o su causa. Si acaso lo único nuevo es el aparato tecnológico y su inmensa capacidad de abarcar a millones en un click.

También llama la atención la poca inteligencia de quienes se valen de esos medios tecnológicos para engañar o pretender engañar. Tenemos el caso que se ha difundido en las redes de una “denuncia” contra Mauricio Sahuí, el candidato del PRI, Panal y PVEM al Gobierno del Estado, de que integra una red de traficantes de tierras y que, sometida al más volandero análisis, no aguanta el tamiz de la lógica más elemental.

No hay que ser genio para darse cuenta de la debilidad de esa tesis, construida a partir de que el aspirante priista es dueño de la tercera parte de un predio rural, lo cual no es de ninguna manera ilícito. A partir de aquí se teje una serie de lucubraciones que lo sitúan como uno de quienes se benefician con la compra de tierras sólo porque –dicen los “genios de la investigación periodística”- conoce o es familiar de otras personas que se dedican a los bienes raíces. En ningún momento señalan qué leyes violan esas personas. Comprar tierras no es un delito.

Esto nomás como muestra de lo que pasa en las redes sociales y que, tristemente, a muchos con pocas herramientas para analizar lo que se dice les impresiona. Es una vieja forma de manipular con un traje nuevo y su objetivo es el mismo: lucrar económica o políticamente. Forma parte de otra antigua práctica que busca generar desconfianza en el rival y que muchos llaman “guerra sucia” (como si alguna fuera “limpia”). Su lema viene del nazismo: “Calumnia que algo queda”.

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