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En cierta época de la historia campechana, citan Marisol González Olivo y Alberto Círigo Villagómez, empezaron a desaparecer mujeres jóvenes por las noches en el barrio de San Román en San Francisco de Campeche. Al principio se creyó que dichas damas habían huido con sus enamorados. Pero a éstos luego se les veía andando solos por el vecindario. La gente comenzó a tener miedo.

Semanas antes de estos acontecimientos, había llegado a la capital de Campeche un extranjero apuesto. Nadie supo de dónde venía, pero todos los del barrio se enteraron de su arribo.

Con amabilidad y simpatía el recién llegado se ganó la amistad de la gente importante y, sobre todo, de las bellas jovencitas. La charla con el hombre las embelesaba, pero nunca indagaron sobre su origen, profesión o algún dato de su vida personal.

En estos días también empezaron a escucharse, durante las noches, bramidos extraños en las cercanías. Los hombres pensaron que quizá serían animales salvajes. Sin embargo, el ganado y las aves de corral no fueron atacados.

Tales bramidos eran cada vez más frecuentes y coincidían con la desaparición de alguna de las jóvenes.

Varios de los habitantes decidieron hacer rondines por el barrio y tratar de descubrir de dónde provenía el ruido.

Así fue como llegaron a una cueva, en la que conjeturaron la existencia de un toro abominable. Aunque no lograron verlo, su enorme silueta así se los indicó.

Ellos corrieron asustados a sus hogares. Al día siguiente se supo que otra mujer había desaparecido.

Los pobladores observaron que las jovencitas que desaparecían días antes habían sido vistas con el recién llegado.

Luego descubrieron que este misterioso hombre habitaba en la Cueva del Toro, pues así habían nombrado a la gruta donde se escuchaban los bramidos.

Se dice que citaba a las mujeres cerca de la cueva a la media noche para proponerles matrimonio. Luego las incitaba a dar un recorrido por la caverna, de la que jamás saldrían porque el sujeto se transformaba en un animal muy parecido al toro pero más feroz y las devoraba.

Una noche, los habitantes se armaron con palos y antorchas; fueron a la caverna para matar al monstruo. La pelea fue ardua y aparentemente lograron acabar con la bestia.

Dicen que una tormenta cayó después de la muerte del toro. La cueva se inundó y nadie jamás tuvo luego acceso a ella.

Pero la gente cuenta que aún pueden escucharse los bramidos de la bestia en la conocida Cueva del Toro.

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