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La etnia guaraní está conformada por pueblos que se distribuyen en Argentina, Brasil y Paraguay. Su tradición oral es muy rica, influida por su medio ambiente y también como resultado de su devenir histórico.

Adolfo Colombres publicó que, en las regiones de Corrientes y Misiones de Paraguay, hay un mito muy difundido que habla de hombres que se transforman en tigres (sic) o mejor dicho jaguares, pues en América no hay tigres silvestres.

El autor dice que ciertos nativos viejos, incluso bautizados, de noche se convierten en bestias con el fin de comerse a otros animales, incluso a hombres.

Por esta razón, cuando sienten que van a cambiar de forma, se alejan de sus allegados y se dirigen hacia la selva para encontrar un escondite.

Ya ubicados en el sitio apropiado, empiezan a revolcarse sobre el cuero de un jaguar de izquierda a derecha. Al mismo tiempo que pronuncian una invocación pero dichas las palabras en forma al revés.

Mientras realizan tales acciones van cambiando su aspecto hasta lograr la apariencia felina.

Después empiezan la cacería como cualquier depredador. Una vez que logran atrapar una presa, la devoran sin problema. Posteriormente, inician el proceso de regresar a su forma humana.

De nuevo, se colocan sobre la piel del jaguar y repiten los movimientos giratorios pero ahora en sentido inverso, es decir, de derecha a izquierda. Cuando retornan a la apariencia de hombre, vuelven a su casa.

La gente que comparte el relato describe a este ser como una bestia muy feroz y sanguinaria. Dicen que tiene la cola muy corta o de plano no la tiene.

Otro rasgo interesante y muy distintivo del Yaguareté es que su frente está desprovista de pelos. En otras versiones cuentan que su aspecto es de mitad hombre y mitad animal.

Es más, algunos guaraníes dicen que tiene el cuerpo de jaguar pero sus extremidades son evidentemente humanas.

Un investigador citado por Colombres, Juan Ambrosetti, recogió muchos relatos sobre las andanzas del Yaguareté-Abá y afirma que la versión más impresionante que obtuvo fue la de un cazador del pueblo de Yuti, Paraguay, que tuvo el coraje de acuchillarlo y luego seguirle el rastro por la selva hasta dar con su guarida, una gruta llena de cráneos y huesos humanos roídos.

Cuando el cazador encontró al felino, tuvieron un nuevo y encarnizado combate. Gracias a la destreza del hombre, logró infligirle nuevas heridas, pero las cuchilladas no fueron suficientes, así que lo decapitó.

Otra característica que le atribuyen al Yaguareté es que las balas no le hacen nada, a menos que las hayan bendecido. También el machete, previamente bendito es eficaz en contra de este ser sobrenatural.

Según testimonios recogidos por Berta E. Vidal, en Corrientes, a veces el Yaguareté-Abá persigue a muchachas hermosas, raptándolas y llevándoselas a su guarida, pero no dice qué hace con ellas.

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