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Los mitos de la flora en Yucatán son muy variados y útiles para el campesino, pues a través de ellos se conocen las propiedades curativas o el daño que pueden causar las plantas. Luis Fernando Góngora Pech, comisario municipal de San Marcelino, sitio ubicado en plena selva del municipio de Tekax, tuvo la generosidad de contarnos un relato relacionado con dos árboles de la región maya peninsular.

Góngora Pech es líder de un grupo campesino que ofrece las bellezas naturales de San Marcelino para el disfrute de locales y extranjeros. Al entrar al sendero denominado “La huella de los ancestros” empezó su relato, del cual tuvo conocimiento a través de su abuelo.

Hace mucho tiempo vivían en algún lugar del Mayab dos hermanos que eran príncipes. El menor se llamaba Kinich y se caracterizaba por ser muy amable y bondadoso. El hermano mayor llevaba por nombre Tisik y era sumamente egoísta además de que era una mala persona.

Debido a esa diferencia de caracteres, siempre estaban peleando, pero la situación se empeoró cuando los carnales conocieron a una hermosa doncella de nombre Nikté Ja’, de la cual ambos se enamoraron. Por ella, los dos hermanos decidieron batirse en un duelo con sus respectivas armas.

En el enfrentamiento ambos se hirieron mortalmente, pero en plena agonía se arrepintieron y se dieron un abrazo. Allí mismo fallecieron y cuando sus almas llegaron al otro mundo, los hermanos suplicaron a los dioses que fueran perdonados y rogaron poder ver a su amada.

Al enterarse la disputada muchacha de la dolorosa tragedia acaecida entre sus pretendientes, murió de tristeza. Los dioses decidieron que los hermanos volvieran al mundo de los mortales, pero de una manera especial. Tisik se materializó en un árbol que ahora es conocido con el nombre de chéechem, y Kinich tomó la forma de otro árbol ahora llamado chakaj. Estas dos especies generalmente crecen juntas en el monte o muy próximas una de la otra. Para que puedan ver a su amada, los dioses también hicieron retornar a Nikté Ja’, o flor de agua, que crece en las lagunas y cenotes.

Es muy importante mencionar que el árbol de chéechem causa daño a las personas que se guarecen bajo su sombra, porque deja caer su savia o resina en gotas muy finas y causa urticaria.

La piel de la persona se torna roja, aparece una erupción como el salpullido, incluso se producen unas ampollas de las cuales sale una aguadija durante un tiempo. Luis Góngora dijo que la persona afectada por la savia del chéechem puede curarse si prepara el remedio y se lo aplica.

Se sancocha la corteza del chakáj y luego se mezcla con pepita de calabaza molida. La masa resultante se unta en las partes donde estén las ampollas y así sanará.

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