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Ángel María Garibay escribió que Heracles o Hércules, gran héroe de la mitología griega, había cometido demasiados errores y la diosa Hera, a manera de condena, le produjo la locura. Pero esto agravó el problema, pues, ya en ese estado, el héroe mató a su sobrino y a sus hijos. Cuando recobró la razón, supo todo lo que había hecho, entonces fue al oráculo de Delfos a preguntar cuál sería su nuevo castigo. Allí se le respondió que debía hacer todo lo que le pidiera Euristeo, el rey de Micenas. Éste le encargó doce grandes trabajos para efectuar en un lapso de doce años. Si los lograba realizar, alcanzaría la inmortalidad. Sin embargo, solamente el último trabajo se vinculó con el inframundo, que para los griegos estaba representado por las cavernas.

En su obra, Gordon Cheers dice que Euristeo quería deshacerse del famoso héroe y le encargó la última misión, tan peligrosa que difícilmente Heracles podría sobrevivir. Por eso le pidió que trajese al Can Cerbero, el guardián del infierno, que era una criatura monstruosa dotada de tres cabezas. Pronto, Heracles descendió a Averno para cumplir la meta.

Ya adentro del inframundo no tenía monedas para pagar su pasaje por el río Estigia, pero Caronte estaba tan atemorizado de su fuerza mortal que lo cruzó sin exigirle el pago. Cerbero lo vio venir y prefirió dejarlo entrar. Sin mucho problema, Heracles llegó al salón del trono de los dioses del inframundo: Hades y Perséfone. Ésta última, al igual que Atenea, era hermanastra de Heracles y quería, por una parte, complacer a Zeus, su padre, ayudando al héroe y, por otra, liberar al mundo subterráneo de aquel visitante invencible.

Perséfone le dijo a Heracles que podía llevarse consigo al Can Cerbero al mundo de los vivos si no empleaba armas en el intento. A pesar de tener tres cabezas, su corpulencia y fuerza, Cerbero fue rápidamente sometido por Heracles y éste no tardó en llevarlo a la luz del sol. El animal estuvo aullando durante todo el camino a Micenas.

Cuando Hércules y el Cerbero estuvieron frente a Euristeo, éste se asustó tanto que se metió en una tinaja de bronce en donde acostumbraba esconderse.

Además se maldijo a sí mismo por haber ordenado al héroe tal misión. Cerbero no permaneció mucho tiempo en el mundo de los vivos, pues cuando Euristeo lo vio y reconoció que Heracles había cumplido con éxito los doce trabajos, el héroe liberó al Can y éste regresó directamente a su trabajo habitual, es decir, retornó a la entrada del Averno para vigilar que no saliera ningún muerto del inframundo y evitar que algún vivo entre.

Por su parte, Heracles también se fue libremente, pues había cumplido cabalmente con la condena por haber dado muerte a su sobrino y a sus hijos.

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