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Una de las más importantes funciones de la mitología es proporcionar una explicación convincente, independientemente de su certeza o veracidad, acerca de los orígenes de los pueblos. Casi todas las culturas en el mundo tienen un mito de esta clase a la que se le llama mitos de origen o fundacionales. El especialista Gordon Cheers publicó un relato de este tipo.

Había una vez un mono mágico que vivía en una bonita cueva ubicada en una cumbre sagrada de la montaña Kongpori, en la región central del Tíbet. Este mono ya había tenido la experiencia de visitar el elevado reino de los budas y tenía como maestro a Chenrezig, ser espiritual de carácter muy compasivo. Con estos antecedentes el primate dedicaba su tiempo a meditar así como a mejorar sus habilidades religiosas; quizá por esto era muy pacífico, de trato amable y lleno de amor.

Un día, su práctica sublime fue interrumpida por una diablesa llamada Srinmo; este tipo de entidades se aparecían en las cavernas y eran de extraordinaria belleza. Cuando la diablesa vio al radiante mono le invadió una intensa lujuria. Para seducirlo, ella utilizó su dulce canto aunado a su evidente hermosura. Pero gracias a su alto grado de progreso espiritual el mono no se sintió atraído por la diablesa. Ella se enojó mucho, lo amenazó diciéndole que si no la tomaba como esposa y accedía a sus deseos sexuales, entonces se casaría con un violento diablo de su misma clase para procrear una gran descendencia destructiva que acabaría con todas las formas de vida.

El mono se vio atrapado en un dilema porque estaba consciente que podía evitar la gran destrucción, aunque le disminuiría su misticismo. Por su compasión, se unió a Srinmo y procrearon seis monitos de cara roja. Cuando crecieron, él los llevaba a un frondoso bosque con muchos árboles cundidos de fruta para que pudieran comer bien y seguir creciendo felices. Pero, pasado un tiempo, ya no quedaba comida y los pequeños sintieron mucha hambre. Debido a la difícil situación que enfrentaba, el mono recurrió a Chenrezig. Éste hizo que la tierra produjera cebada, arroz y trigo para que se alimentaran todos. Cuando losniños monos saciaron su apetito, su pelo y cola se redujeron, aprendieron a hablar y se hicieron humanos. Las seis tribus originales del pueblo tibetano descienden de estos niños.

En realidad, agrega Cheers, ésta es la causa por el que los tibetanos son muy espirituales y compasivos, rasgos que heredaron de sus antepasados y gracias a la influencia de Chenrezig. Sin embargo, también por herencia, son fuertes y valientes como la diablesa Srinmo, emanación de Tara, la protectora budista del Tíbet.

Me atrevo a imaginar que Charles Darwin, el famoso autor de El origen de las especies, hubiese simpatizado mucho con este mito de origen.

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