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En Yucatán, sede de la antigua civilización maya, todavía hay muchos misterios que faltan por descubrirse. Así lo expresó Manuel Chuc Pinto, en un rotativo local a través de una nota correspondiente a Motul. También afirmó que las estrellas, el viento y las piedras son mudos testigos de los sucesos sobrenaturales que aún se presentan hasta nuestros días. A manera de ejemplo, cita un caso del cual tuvo conocimiento.

Inicia su relato recordando que los padres y los abuelos aconsejaban a los niños no se acercarse solos a los pozos porque los podía jalar el Negro. Algunos infantes de esos tiempos no tomaban en serio la advertencia; creían que los mayores inventaron eso para mantenerlos alejados de aquellas cavidades las cuales, en muchos casos, conectaban con los cenotes cercanos. A muchos chiquillos les gustaba recargarse en el brocal y tirar piedras adentro para escuchar el sonido que producían.

La narración del caso continúa al mencionar a don Luis Pacheco, comerciante que por mucho tiempo vivió en la ciudad de Mérida y por razones de trabajo llegó a Motul. Era originario de la ciudad de Ticul, donde vivió su infancia y fue quien le explicó el misterio que les preocupaba a los adultos y porqué cuidaban que los niños no se acercaran solos al pozo.

Don Luis contó a Chuc Pinto la desagradable experiencia que vivió cuando tenía alrededor de 10 años y todavía radicaba con sus padres. Fue al mediodía, cuando su madre, olvidando la creencia citada, quizá por el apuro de sus labores diarias, lo mandó por agua al pozo ubicado en la casa de su tía Rosario. Para llegar al sitio tenía que atravesar un buen tramo, pero a escasos diez metros antes de llegar al pozo vio a un personaje increíble, que se encontraba sentado sobre una piedra grande junto al brocal. Era una especie de animal cubierto de pelambre negro.

Cuando este ser se dio cuenta de la presencia del niño, se arrojó de clavado al pozo. Luis soltó las cubetas y corrió espantado hasta llegar a su casa donde su madre lo esperaba. Le contó lo que vio y juntos fueron de nuevo al pozo. Durante el camino, el niño le explicó a la señora que aquel personaje tenía la estatura de un hombre normal y de sus ojos parecía salir lumbre. No era un ser natural, pues ninguna persona se lanzaría así, dijo.

De esa manera Luis comprobó que sus mayores no mentían cuando contaban todas esas cosas sobrenaturales que ocurrían con mucha frecuencia en su pueblo. Agrega que este relato y otros sucesos insólitos, ocurridos a la gente de esta región maya, les pueden parecer falsedades a muchas personas, sobre todo a las que viven en las grandes ciudades, donde cotidianamente solo suceden hechos propios del medio urbano.

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