La cueva “Gotas Doradas” (I)

Carlos Evia Cervantes: La cueva “Gotas Doradas” (I).

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Al crecer la ciudad de Mérida por la región suroeste quedó atrapada una importante gruta ahora denominada “Gotas Doradas”. El 16 de febrero de 2003 vino a mi domicilio por encargo oficial Riger Herrera Aguilar, entonces empleado del municipio de Mérida, para que lo acompañara a ver una cueva cerca del cementerio Xoclán.

La gruta se encontraba en los terrenos desmontados en donde se construiría el fraccionamiento Villa Magna Poniente, en la comisaría de Opichén, del municipio de Mérida. La entrada era muy estrecha, pero ingresamos con mucho ánimo. La caverna está conformada por una larga bóveda o galería de casi 100 metros de largo y con un promedio de 15 metros de amplitud. Observamos varios cuerpos de agua que yacían en las áreas laterales y algunos muros pequeños hechos con las piedras de la misma cueva. Vimos grandes bloques pétreos provenientes de los colapsos en tiempos pasados. Encontramos una breve escalinata rústica pero bien delineada que conducía a un cenote de magnitudes poco frecuentes en el municipio de Mérida.

Vimos la gruesa raíz de un árbol que penetraba desde la parte superior y hasta enterrarse en el subsuelo. Allí mismo notamos un hormiguero de enormes proporciones. Después encontramos el detalle que le dio nombre a la gruta: sobre una piedra circular y convexa, como una media esfera, aproximadamente de unos 50 centímetros de diámetro, se depositaban unas gotas de color dorado, semejante a la miel, pero arriba de este punto no había alguna fuente de goteo. En otras cuevas había visto gotas de agua en las paredes, consecuencia de la condensación de la humedad ambiental, pero tales gotas son cristalinas e incoloras. Por eso me llamó la atención que éstas fueran doradas. No pudimos establecer con certeza el origen de estas llamativas gotas doradas.

Al salir de esta cavidad le pregunté a Riger cuál era el nombre de esta gruta y me dijo que se ignoraba. Le comenté que para poder hacer el expediente de una cueva es indispensable tener su nombre y dada su ubicación alejada de toda comunidad, entendimos que no tendríamos el apelativo original en maya, si es que existía, entonces decidimos denominarla “Gotas Doradas”. Y con ese nombre le abrimos su expediente.

En mayo de 2008 el arqueólogo Rafael Burgos Villanueva me pidió colaborar para un proyecto que se iba a realizar en la gruta “Gotas Doradas”. El día 17 de ese mes y año Rafael, José Estrada Faisal y yo, fuimos a la caverna. Cuando Estrada y yo llegamos a la sección media de la cavidad vi la piedra redonda sobre la cual se depositaban las gotas doradas que le dieron el nombre a esta cueva, pero sobre su superficie solo había una capa de tierra húmeda. Ya no estaban las gotas doradas. Pero nos esperaban más sorpresas. (Continuará).

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