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Termina el año y la incertidumbre sigue con la pandemia, no tenemos claro cómo será el año 2021 ni cuándo estaremos en condiciones de regresar a la normalidad, si algún día volveremos, y cómo, cuál será la eficacia de las vacunas para lograr la normalidad económica y social y cuánto tiempo de inmunidad nos darán, si haremos caso o no de las recomendaciones de mantener las medidas de sana distancia, si festejaremos posadas, Navidad y el Año Nuevo o no.

En tanto nos respondemos estas dudas, más de la mitad de los estados están en semáforo rojo o naranja tirando a rojo, nuestros hospitales saturados o por saturar. De nuevo la excesiva confianza juega contra nuestra salud, pero debemos reconocer que en Yucatán el gobierno estatal nos advierte en voz del titular Mauricio Vila que no podemos actuar de manera irresponsable; falta que le hagamos caso, aunque yo diría que poco caso le hacemos y eso lo pagaremos en enero de 2021 y lloraremos a nuestros seres queridos que fallezcan. No podemos actuar como si fuéramos invulnerables o tocados por la mano de Dios, porque si no nos cuidamos no habrá oraciones que nos salven. Cumple las medidas adoptadas, si no te cuidas tú nadie lo hará por ti. Sobre advertencia no hay engaño.

Otro asunto que nos compete en Yucatán es el litigio ante el Poder Judicial sobre la construcción del las vías del Tren, un proyecto que permite desahogar la crisis de empleo en el sector de la construcción que provocó la llegada de la pandemia.

Se trata del tramo Calkiní-Izamal, esto se debe a una solicitud de amparo que interpuso una organización de pueblos mayas que se dicen no consultados y por provocar daños en el medio ambiente y sus derechos ancestrales. Este juicio se inició en un juzgado federal que no aceptó la demanda y al pasar al colegiado federal este tribunal le solicitó a la Suprema Corte de Justicia atraer el caso. Lo que podemos decir del asunto es que hoy le permite el desarrollo de esa obra trabajar a cerca de diez mil obreros yucatecos y un número similar de campechanos, que la vía existe desde hace muchos años y se transita en tramos que fueron renovados.

En el mundo el desarrollo económico y social está basado en la conectividad entre los pueblos, siendo los ferrocarriles su base más sólida y barata. Detener la obra no puede explicarse más que por una decisión política, por ser uno de los ejes del gobierno de la República y una obra insignia de López Obrador. El desarrollo de Yucatán a finales del siglo XIX y hasta mediados del XX no se podría explicar sin el ferrocarril. Nuestro país durante años abandonó este medio de transporte y privilegió las carreteras. Si algo contamina el medio ambiente y afecta el libre paso de la fauna son los miles de vehículos que recorren esta extensa red carretera. Lo que hace el Grupo Indignación al querer parar esta obra es indignante.

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