El juicio a Cristóbal Colón
Cesia S. Rodríguez Medina: El juicio a Cristóbal Colón
El 20 de mayo se conmemora el 515 aniversario luctuoso del navegante Cristóbal Colón, y aunque al día de hoy nos resulte una desavenencia comprender la conquista de América no deja de causar interés las travesías realizadas, así como su personalidad y todo lo que involucra la historia detrás de sus actos. El almirante reconocido como el descubridor del “Nuevo Mundo” y mitificado con esa idea, ha sido un personaje importante que induce a develar otra opción biográfica, surgiendo de esta forma la necesidad de deconstruir lo que se ha creado alrededor de su imagen. Ir vislumbrando a través de la literatura una lectura crítica de su vida, para desenmascarar al visionario genovés mediante un estudio riguroso del contexto histórico, así como de los diarios y toda evidencia documental, y presentar otra posibilidad de la interpretación de la historia.
El escritor cubano Alejo Carpentier ha desmitificado en su obra literaria El arpa y la sombra (1979), con la rigurosidad y precisión de sus palabras, la imagen del conquistador, su novela es una oposición a lo que podríamos considerar la historia oficial. La narración consta de tres partes, que hacen referencia cada una de ellas a una escena sincrónica en la que se va desarrollando la intención de canonizar al almirante, ofreciendo al lector la posibilidad de ser el juez de los acontecimientos.
La primera parte “El arpa”, hace referencia al juicio cristiano para encontrar razones que permitieran justificar la decisión. El papa Pío IX encargado de aprobar el veredicto emprende la tarea de encargar a un historiador francés que escriba una Historia de Cristóbal Colón, pero parece no ser suficiente la trayectoria y pruebas para su beatificación, el sumo pontífice concluye con la contundente convicción que “firmar el decreto que tenía delante era gesto que quedaría como una de las decisiones capitales de su pontificado… volvió a mojar la pluma en el tintero, y, sin embargo, quedó la pluma otra vez en suspenso”.
En el contexto de la segunda escena “La mano”, encontramos a Colón inmerso en una severa autorreflexión en el desenlace de su vida, intentando justificar cada una de las acciones realizadas en el nombre de la aventura, la fuerza de la conciencia pesa sobre su vida, sin ningún tipo de contrición que lo culpara, medita expresando “… pero no estoy en hora de alzar telones sobre misterios que sobrepasan mi inteligencia, sino en la hora de la humildad…habrá de esperar, por milenios, en tinieblas, la hora de ser sentado en el banquillo de los infames, llamado a la barra de los acusados, o acomodado en morada de larga paciencia…”.
En la última parte nombrada “La sombra”, el conquistador se convierte en espectador de su propio juicio de canonización, ante La Sacra Congregación de Ritos, el acusador, el abogado del diablo expone en un intenso debate con otras figuras de distintas épocas sus argumentos, al parecer insuficientes para nombrarlo santo.
La obra es simbólica ya que permite revelar el contraste que representan las figuras de la historia como Cristóbal Colón, al final, el lector se convierte en parte de la sentencia para santificarlo o condenarlo.