El virus del individualismo

Cesia S. Rodríguez Medina: El virus del individualismo

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Inicia el año 2022 con la novedad del peligro de la nueva variante Ómicron del virus SARSCoV-2, que se extiende por el mundo con una velocidad tan alarmante que ha sido necesario reajustar las medidas de restricción sanitaria, si bien no hay evidencia científica que indique que es más mortal, tampoco hay indicios de que esté aumentando el grado de hospitalizaciones como sucedió en las olas de Covid-19 anteriores, sin embargo sí logró duplicar los casos positivos de manera significativa, ya que su grado de transmisibilidad es mayor.

Por otro lado, se dice que aún es muy pronto para conocer los efectos de salud que pueda causar en las personas, pero lo que sí es seguro es que la inmunización ha ayudado a reducir el riesgo de reacciones que pongan en peligro la vida. Cabe mencionar que hasta mediados de diciembre de 2021 solo el 61.84% de la población nacional en México había sido vacunada con al menos una dosis y el 50.84% con el plan recomendado (Static Research Department, 2021), siendo el segundo país de América Latina y el Caribe con mayor número de dosis administradas; y aunque esto no es una competencia, aparece lo inevitable del sistema que vivimos, el cual también expone el rostro de la desigualdad, demostrando, por ejemplo, que algunos países vecinos como Honduras, Guatemala o Haití apenas han logrado vacunar menos del 10% de su habitantes con una dosis. El acaparamiento ha provocado que el ritmo de la vacunación se torné lento a pesar de que siguen latentes las variantes Alpha, Beta, Gamma y Delta.

A todo esto, la pandemia provoca otros dilemas que no son menos importantes, como el hecho de que el regreso a la normalidad implique aprender a coexistir con la amenaza de los virus, pero también a estar constantemente vigilantes del autocuidado como al de los demás, motivo que me hace cuestionar si realmente estamos preparados para asistirnos, luego de casi dos años de crisis sanitaria. Creo que la realidad que vivimos nos invita precisamente a esto y, aunque no lo fuera, es un buen momento para reforzar los lazos de cooperación y solidaridad, sobre todo cuando existe en las sociedades “posmodernas” una tendencia hacia el individualismo por razones económico-político-sociales, entendido esta situación como la postura de pensar y actuar de acuerdo a los propios criterios aun cuando estos pongan en riesgo la convivencia armónica.

Algunos sociólogos explican al individualismo como la forma de ver al “otro” como un ser extraño, un peligro, lo que provoca la intensificación de la discriminación y segregación. El contexto de pandemia que atravesamos hace entrever cómo este individualismo vuelve a tornarse relevante e incluso funcional en el sentido que beneficia a sectores económicos, por estos motivos el momento actual que parece aislarnos invita también a encontrar nuevas formas de interrelacionarnos para desafiar los cambios con el fin de romper esa inclinación hacía el egoísmo.

No pretendo con esto subestimar el cuidado que debemos mantener para evitar los contagios, pero sí analizar las posibles consecuencias que podría ocasionar si se intensifica este fenómeno y, con esto, dejo a la reflexión del lector el hecho de si estamos dispuestas y dispuestos a inclinar la balanza hacia el individualismo o hacia una colectividad con mayor compromiso y responsabilidad.

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