Espectáculo social
Cesia S. Rodríguez Medina: Espectáculo social
Hace algunas décadas Guy Debord calificó a la contemporaneidad como “La sociedad del espectáculo”, caracterizándola sin distinción como el grupo de individuos que mediatizados por imágenes o representaciones se distancian de la realidad, la simulación se convierte en la fuerza que moviliza todas las creencias y en ella se basan las ideas, provocando que se adopte la falsedad de todo cuanto acontece. Se puede decir que esta forma de ser surge de la necesidad sistemática de convertirlo todo en producto de consumo, por lo tanto, implicados en la sinergia de la vida social, aquel que no lo crea, lo reproduce o lo recibe, provocando que el espectáculo cobre relevancia por el grado de impacto que tiene, así como por lo efímero de su efecto.
El espectáculo queda descrito como “la principal producción de la sociedad actual”, pero ¿qué es el espectáculo?, podría decirse que no es más que la fabricación de ilusiones, presentadas a la sociedad como un paliativo listo para consumir. Como espectadores cada vez se complejiza la habilidad crítica para distinguir lo que nos llega del exterior en forma de representaciones, sean estas intencionadas o no, esto quiere decir que el espectáculo es utilizado como un recurso efectivo para entretener, impregnando todos los aspectos de la vida social de forma que logra introducirse silenciosamente en la cultura, la política e incluso entre las relaciones interpersonales. Su eficacia resulta preocupante, porque en la apariencia separa al individuo de su realidad, lo enajena de la responsabilidad social y personal, provocando la indiferencia o la ausencia de juicio informado, entre la superficialidad no hay distinción frente a la mentira y la verdad. Así mismo, su permanencia es resultado de la creación de un estado de letargo social, empero, la parodia del espectáculo siempre logra entrever que la realidad dicta otro panorama.
Para explicar este fenómeno podemos mencionar un sinfín de ejemplos, sin embargo, el campo que más ha hecho uso de esta fuerza alienante ha sido lo que se conoce como la videopolítica, donde a través de imágenes, videos, grabaciones y de las redes sociales, los políticos presentan la imagen que desean dar a conocer, no siempre auténtica de sí mismos, sino falsificada a la orden de atraer al público más generalizado para sus fines, o en caso de ser fieles a su personalidad, solo muestran lo necesario para acaparar el show. Cabe mencionar en esta descripción el acto deplorable realizado hace unos días por el gobernador de Nuevo León, Samuel García y su esposa Mariana Rodríguez, al “adoptar” por un fin de semana a un niño que se encontraba en el centro para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), justificando haber solicitado un permiso de convivencia familiar, estos sujetos compartieron a través de sus redes sociales videos y fotografías del infante, ¿cuál era su objetivo?, según la señora su intención era visibilizar cómo funciona el DIF, pero ¿acaso esto no es utilizar su imagen pública como propaganda y mercantilizar los procesos de adopción?
A todo esto, las redes sociales fueron invadidas por comentarios en favor y en contra, empero, en unos días esta noticia dejará de ser relevante y será sustituida por otra, porque esto es precisamente el alimento de la sociedad del espectáculo, la creación constante y masiva de simulaciones.