Pasan los días y cada vez me sorprende más (y tal vez a usted también) lo que se comenta sobre el ya penoso incidente de la supuesta niña Frida Sofía, que había sido localizada con vida bajo los escombros del colegio Enrique Rébsamen, tras el sismo del pasado martes, en la Ciudad de México.

Como ya se sabe, tras dos días de supuesta búsqueda transmitida en vivo por la televisión, la historia quedó desmentida por la Secretaría de Marina al informar que todos los niños de la institución ya habían sido hallados: muertos, en hospitales o ya con sus padres, según declaró un almirante de la Armada de México, a fin de cerrar de tajo el caso.

Lo que ha seguido ha sido una avalancha de especulaciones en redes sociales y pláticas de pasillo; de nueva cuenta el mexicano no se cree y duda de la información oficial, por más lógica que parezca, quizás un poco porque nos sentimos un país engañado en muchos aspectos.

También se han hecho duros señalamientos de pifias que han cometido algunos medios tradicionales de comunicación en la verificación y el cuestionamiento a las fuentes de información, ya no digamos a reporteros y conductores de Televisa.

La periodista Danielle Dithurbide, quien fue la narradora de la televisora mencionada de los trabajos de rescate, y quien dejó ver y transmitió sus sentimientos a los televidentes, fue una de ellos.

En el imaginario de la mayoría de las personas el hecho no quedó cerrado, no está claro; inclusive cada quien ha sacado sus propias conclusiones, desde que la niña se les murió y prefirieron no informarlo para no mostrar su falta de capacidad, hasta que pudo ser la hija de alguien muy importante y ligado al gobierno, que prefirió que la historia continuara en el anonimato.

“Me enviaron por el whats un video de uno de los rescatistas que señala que la niña estaba ahí”, escuché que comentaba alguien ayer mientras que el presidente pedía “no dejarse engañar por quienes desinforman y difunden noticias falsas que entorpecen la labor de auxilio y apoyo a las personas damnificadas”.