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La Ciudad de México es monstruo, que a veces nos lanza mordidas o nos pone a temblar, tiene también una oferta cultural irresistible.

La amplia programación en teatros o espectáculos de cabaret alegra las noches oscuras. He tenido la fortuna de ver obras entrañables que no solo son influencia para mi trabajo sino que también se vuelven una caricia al corazón.

Esto me pasó el domingo, al asistir al concierto “Sin permiso y sin popote”, de la extraordinaria cantante Regina Orozco.

Con un Teatro de la Ciudad casi lleno, Regina hizo gala de su don de la comedia y sus cualidades vocales y también se abrió el corazón para los espectadores, y, como todo corazón, tenía algunas cicatrices e inspiraciones que ella no temió compartir con nosotros.

Fue imposible no identificarnos con el miedo, la protesta, la confusión y el deseo de transformar el contaminado mundo en que vivimos.

Regina nos compartió su amor por los perros, su preocupación por la naturaleza y su búsqueda de la pareja ideal.

No temió llamarse a sí misma gorda, cerda, marrana, es decir, no temió mostrarnos algunos de los adjetivos con los que los otros la han descalificado y, tristemente, ella también los ha usado contra sí misma. A la par, su maravillosa voz nos conmovió hasta las lágrimas.

Regina Orozco es una artista inigualable, eso lo sabe cualquiera que la haya visto en un escenario, pero lo que nos mostró en su último concierto: su capacidad de plantarse ahí y decir: esto me duele, esto me ha marcado en la vida, y aunque suene simple o utópico: éste es el mundo que me gustaría para todos: un mundo empático y amoroso con los animales y la naturaleza.

Al final consigue el tan esperado “match”, la compañía ideal para compartir la vida y amar y dejarse amar. Hay artistas que son congruentes con su arte y su vida, Regina es uno de ellos, lo sé de cerca porque gozo la fortuna de ser su amiga.

Ojalá éste concierto se programe nuevamente en la CDMX, ojalá sea un concierto que se programe en muchos lugares de nuestro México herido; las imágenes del video dan cuenta de lo sangrado que está nuestro país.

Como siempre, el vestuario, diseñado por Miguel Ángel Rodríguez Martínez, no solo favorece la particular figura de la diva, también la hace lucir espectacular y añade notas de humor.

La “Megabizcocho” está de vuelta, y como dicta su estatura y su talento, mucho de lo que ella hace es gigante.

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