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Crecí en un matriarcado en el que las voces de mi madre y mi abuela marcaron mi educación e imaginarios. Ellas nos cuidaban todo el tiempo, de cuando en cuando dejaban caer las razones de esos cuidados, la principal: “Es que son mujeres y a las niñas hay que cuidarlas mucho, les puede pasar lo que le pasó a la tía Marbella”, y venía entonces una historia agridulce, acompañada de alguna fotografía descolorida o de algún recuerdo que las emocionaba hasta las lágrimas.

Muchas de esas historias tenían distintas formas de violencia. En el caso de nuestra mítica tía Marbella, era una adolescente, dedicada a la iglesia y la oración, cuando de pronto salió con su domingo siete: estaba embarazada.

Aquello era inconcebible, pues la tía se la pasaba de la iglesia a la casa y de la casa a la iglesia. ¿Quién la embarazó ¡El mismísimo cura!

Cuentan que el abuelo se metió con todo y caballo a la iglesia y se puso a lanzar machetazos sin fijarse que estaba decapitando a los santos.

Cayó al piso víctima de una embolia y en el pueblo dijeron que era un castigo divino por meterse a la casa de Dios con todo y caballo.

Nunca conocí a la tía Marbella; la que era bella como el mar. Pero conocí su historia y la de muchas otras mujeres cercanas a mi familia. Se las oí contar a mi abuela y a mi madre: todas esas historias versaban sobre mujeres del pueblo, de nuestra colonia, de nuestra vida.

A todas las convertí en una familia, las volví mis tías, las uní con un hilo de sangre imaginario, aunque ellas ya estaban unidas entre sí por sus historias de violencia.

Son tantas las formas de violencia que sufrimos las mujeres, en esta ocasión no quise hablar de la violencia física, sino de esa otra violencia que a veces “el amor” o la familia ejercen sobre nosotras.

Quise hacerlo desde mi raíz, desde mi pueblo que es Yucatán y desde dos rasgos que nos caracterizan: nuestra trova y nuestro humor.

Por eso escribí La tía Mariela, una obra que es en realidad un álbum de recuerdos con puras fotografías femeninas. Francisco Franco, un extraordinario director de cine y teatro, tomó esa obra y la llenó de música, de esa música yucateca que nos llena de nostalgia y nos conmueve.

Agradezco a Montserrat Marañón y Alejandra Ley sus hermosas actuaciones, por encarnar a mis tías y volverse mi familia teatral.

Esta obra está producida por el Festival Cervantino y el Instituto Cultural de Aguascalientes. Estará en el teatro Helénico del 31 de enero al 3 de marzo.

El 1 de febrero será la alfombra roja y una de nuestras madrinas será Rebecca Jones. Ojalá podamos presentarla en Mérida, porque el director hace una maravillosa reinterpretación de nuestro teatro regional con música en vivo y una producción espectacular.

Quizá reírnos sea una salida para aliviar el dolor, quizá la risa tenga una suerte catártica y esas mujeres de mis recuerdos puedan salvarse un poco al contar y cantar sus historias.

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