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Cada cierto tiempo nos enteramos de nuevas formas de extorsión o agresión. Se nos advierte cómo debemos reaccionar ante el ataque de la delincuencia. No sé si a alguien le han funcionado los “tips” de las redes sociales y han logrado huir de su agresor. No lo sé, porque las veces que he sido agredida mis reacciones fueron totalmente impensables.

También nos aconsejan no defendernos, no pelear, darle al agresor lo que nos pide: “Lo material como sea, pero la vida no regresa”.

Ahora leo una nueva forma de agresión a las mujeres en la CDMX: intentan secuestrarlas a la salida del Metro, fingen una pelea entre novios, la agredida pide ayuda, dice que no conoce al tipo, él insiste en que son novios, que ella está alterada y es solo un altercado “normal de pareja”, la gente se desconcierta, cree que es una riña entre novios y no ayuda.

Es lamentable que en esta ciudad, en algún momento, todos tengamos que ser testigo de las agresiones que sufre una mujer, y lo que es peor, no saber si ayudar o no porque la violencia se va volviendo costumbre.

Las cifras son escalofriantes, los cuerpos de las mujeres están escribiendo un mapa de la violencia en este país: la semana pasada una adolescente asesinada, esta semana una niña de once años.

Las mujeres debemos cuidarnos: no beber de más, no usar vestidos cortos o escotados, no salir a la calle a altas horas de la noche, no tener comportamientos inapropiados. Pero aun siguiendo las instrucciones, los cuerpos femeninos siguen apareciendo abusados y violentados, aventados a barrancas o calles oscuras.

La pequeña asesinada salió de su casa a mediodía, vestía uniforme escolar. ¿Cómo van a acusarla de provocar al hombre que la asesinó?

Ahora leo en las redes las instrucciones para aprender a hacer gas pimienta, para usarlo como defensa cuando nos agredan.

Lo leo y entiendo, pero pienso: el tiempo pasa, las agresiones a las mujeres aumentan, nosotras tenemos que aprender nuevas formas de defendernos, nos dicen que hay que estudiar defensa personal o aprender distintas estrategias para escapar de nuestro agresor.

¿Y ellos cuándo empezarán a aprender a respetar nuestra vida, nuestro cuerpo e integridad? No generalizo, no creo que todos los hombres sean iguales o estén cortados con la misma tijera, pero pienso que, como un equilibrio mínimo, si nosotros aprendemos a defendernos, ellos también tienen que aprender la diferencia entre piropos y agresión, entre halago y acoso.

Sé que las mujeres también educamos y que se nos acusa de fomentar el machismo; es tiempo de revisar nuestros discursos, principalmente porque quizá la vida de alguna mujer, de alguna niña dependa de ello.

Nuestra aspiración no es ser superiores, solo ir a la par, en lo laboral, lo intelectual, pero principalmente en la vida: esa que es arrebatada violentamente a tantas mujeres y niñas, esa que aparece desnuda y maniatada en las calles de este país.

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