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Leo con asombro el caso de Evelia Mutul, una mujer indígena, mayahablante, que lleva diez años en prisión. El caso de Evelia es un caso más de abuso sexual, un caso más de discriminación, un caso más de injusticia. Evelia no sabía que estaba embarazada, sufrió un aborto, fue llevada al hospital y los doctores le hicieron firmar documentos, a pesar de que no sabía lo que firmaba, pues no hablaba español. “Fue acusada y sentenciada por la Fiscalía de Yucatán por el delito de homicidio presentando como única prueba su confesión, la cual firmó obligada y con engaños, pues el texto estaba en español y ella solo hablaba maya”.

Los papeles que firmó la llevaron a una condena de quince años, de los cuales ha cumplido diez. En la cárcel aprendió a hablar español y a urdir hamacas, oficio que ejerce para sobrevivir. El caso de Evelia, como dije al principio, es un caso más de muchos, de los que bien dijo por ahí una periodista: “En este país ser mujer, ser pobre y ser indígena es una triple condena”.

En la poca experiencia que tuve dando clases de teatro en prisión, me tocó ver muchos casos así; en los que el acusado llega con algunos “agravantes”: ser pobre e indígena. Es lamentable que por un lado nos enaltecemos de nuestra herencia indígena, pero hacemos caso omiso cuando ser indígena es un factor de vulnerabilidad que requiere atención inmediata, como en el caso de Evelia.

Cuando Evelia salga de la cárcel, muchas cosas habrán cambiado, ojalá así cambien esos vericuetos legales que permiten que sigan sucediendo cosas al margen de la ley y de los derechos humanos. Evelia debió tener a su lado un traductor que le hiciera saber lo que estaba firmando, un psicólogo que la acompañara en el shock que vivía por su aborto.

A los doctores, al juez, a los policías que mantienen a Evelia en la cárcel, ¿nunca se les ocurrió pensar en el tipo que abusó de ella? ¿No creen que él también debería estar en la cárcel? Decía una amiga que los hombres también abortan a sus hijos: los abortan cuando los abandonan. En muchos casos los abortan desde el vientre de la madre, pues apenas se enteran de que van a ser padres se van, desaparecen.

Muchas veces me pregunto qué buscan mis letras, hoy, como otras veces, buscan justicia.

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