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Juan tenía seis años, era un niño muy querido por su familia, hasta que una de sus vecinas le dijo a su mamá: ¿No nota algo raro en su hijo? La mamá de Juan respondió que no, pero empezó a mirar diferente a su hijo. La vecina insistió en que algo raro había en el niño, algo en su forma de caminar, en sus gestos y corporalidad. Le propuso llevarlo con un doctor, éste hizo que el niño se desnudara y caminara para que lo observaran la vecina, su mamá y el doctor. Juan se sintió muy avergonzado. Nunca supo qué estaba mal en él. Oyó decir que le inyectarían hormonas y que su mamá estaba muy agradecida con la vecina por alertarla del mal de su hijo.

El tratamiento hormonal inyectó a Juan miedo al rechazo, la certeza de que algo estaba mal en él y que era mejor ocultar sus sentimientos a todos; principalmente a su madre. Las hormonas que le inyectaron a Juan eran un tratamiento para quitarle lo afeminado. Años después, otro de mis alumnos me platicó los horrores que sufrió en una clínica de “curación de la homosexualidad”, lo golpearon, le dieron toques eléctricos hasta que dijo que no era homosexual, y solo así lo dejaron salir.

Respecto a las clínicas de curación de la homosexualidad, la destacada actriz y cantante Alejandra Ley comentó: “De principio no son clínicas, y la homosexualidad no se cura. Ellos le mal llaman terapias cuando hace años la OMS quitó la homosexualidad y la transexualidad de la lista de enfermedades. Hay muchos países donde están prohibidas esas clínicas y cualquier terapeuta que ofrezca curar la homosexualidad está haciendo algo ilegal. Las llaman Ecocig, pero en estas prácticas se incurre en muchos delitos y se pisan los derechos humanos. Normalmente están ligadas a asociaciones o anexos donde la gente va a curarse de adicciones y les venden la idea de que están enfermos de homosexualidad. Las ‘curaciones’ incluyen tortura, a las lesbianas les dicen que lo que les falta es hombre y las violan.

“Iván Tagle tiene una fundación que ayuda a personas que han pasado por eso, porque él lo vivió en carne propia. Entre las secuelas que dejan esas ‘terapias’ están problemas para relacionarse o el suicidio. La familia tradicional hace mucho que no existe, tenemos muchas madres solteras en este país, niños que viven con sus abuelas o tíos, niños que viven en albergues en espera de ser adoptados, pero el proceso de adopción en México es muy tortuoso no solo para los homosexuales, para todos. No olvidar que tus derechos acaban donde empiezan los de los demás. Yo soy hija de una madre soltera, mi familia siempre ha sido diferente. Mi hija nació con dos mamás y eso nunca causó ningún conflicto en ella, la han molestado más en la escuela por mi peso que porque soy lesbiana. Lo que pedimos es vivir nuestra vida con libertad, no estamos en contra de ningún culto o religión, de lo que sienten o lo que son, ojalá ellos dejen de estar en contra de lo que somos nosotros”.

Ojalá que ninguna madre mire mal a su hijo por la intolerancia de alguien más.

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