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Molesta que un grupo de mujeres se pusieran locas, neuróticas, violentas e histéricas, que rompieran vidrios y no se limitaran a protestar pacíficamente ¿Pues no son el sexo débil? Sus actos vandálicos fueron exhibidos en las redes, causando indignación en muchos. Ellas deben pagar por los destrozos y la brutalidad de sus actos cometidos en el edificio de la Procuraduría General de Justicia de la capital del país. Me parece bien que paguen, pero antes de ellas deben pagar otros, muchos otros: unos por cometer delitos y otros por proteger a los delincuentes con sus corruptelas. A muchas mujeres nos gustaría poder quedarnos en casa “como dicta la naturaleza de nuestro sexo”, pero es difícil mantenernos calladitas cuando todos los días nos avasallan noticias en las que las principales víctimas son las mujeres. “Mujer”, “niña”, “adolescente”, palabras que siempre están relacionadas con violación, secuestro, tortura, trata, violencia y homicidio.

Una mamá cualquiera que ve a su hija crecer siente un miedo punzante ante el riesgo que implica ser mujer en este país. Extrema cuidados que a su hija le parecen paranoicos, niega permiso o pone acompañantes que cuiden a la niña, sin importar el enojo de ésta. Mis amigas buscan departamentos que tengan cine o deportes en el mismo edificio para no tener que salir y exponer a sus hijas. Nuestras niñas crecen alimentadas de miedo; deben estar alertas todo el tiempo. El miedo se ha convertido en el principal ingrediente de la naturaleza femenina. ¿Por qué las mujeres nos hemos vuelto botín y material de agresión para los hombres? ¿Qué tendrá que pasar para que las mujeres podamos andar sin temor por las calles? Me horroriza la posible respuesta a mi pregunta, porque a un hecho deleznable le sigue otro y otro peor, en el que la víctima es una mujer o una niña. En el caso que nos indigna, la autoridad, a quien debemos acudir si nos sentimos agredidas, quien debe protegernos, fue justamente la que violó a una adolescente y una niña. Como si eso no bastara, los autores hoy están libres, más libres que nosotras que preferimos quedarnos en casa porque salir a la calle implica poner en riesgo nuestra vida.

Ante la protesta, el secretario de Seguridad Ciudadana, Jesús Orta, salió a hablar con las manifestantes y fue cubierto con diamantina rosa. Le juro secretario que las molestias que la diamantina le causó son mucho menos desagradables que las que sufrimos las mujeres todos los días al sentirnos acosadas, inseguras, violentadas. Al subir a un Uber, ver que el chofer cambia de ruta o nos mira insistentemente por el retrovisor. Insisto, que las histéricas mujeres paguen sus actos vandálicos, pero que paguen después de los violadores, de los asesinos, después de los policías que no solo incumplen su deber, sino que también violan y torturan mujeres y niñas. Que paguen después, porque la lista de la impunidad es tan larga, que tardarán mucho en llegar a ellas.

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