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Pertenezco a una generación que en muchos aspectos de la vida fue educada con base en temores, y generalmente con muy poca o ninguna información que los fundamentara. Y jamás reclamamos nuestro derecho a la información veraz, ya que inconscientemente confiábamos en que si nuestros padres decían que algo era “malo”, ellos ya se habrían asegurado de que así era realmente, y aceptábamos toda clase de prohibiciones sin chistar, seguros de que sus buenas intenciones y deseos de procurar nuestro bienestar los movían a imponernos normas de conducta.

Además de eso, tampoco abundaban, como ahora, las oportunidades o tentaciones de quebrantar esas reglas. Yo recuerdo que no fue sino hasta que era ya casi un profesionista, mientras trabajaba para una constructora de viviendas de interés social, que vi a alguien por primera vez fumar marihuana en una fiesta a la que asistieron quienes nos supervisaban por órdenes del Infonavit y compañeros de la empresa para la cual yo laboraba. Recuerdo que la persona que disfrutaba su artesanal “churro” lo ofrecía generoso a los demás, y nadie aceptaba, ya que esa cosa apestaba a rayos.

Claro que ahora esa falta de información finalmente terminó por convertirse en una deficiencia que nos impide a quienes carecemos de aquélla montarnos con seriedad y argumentos en un debate que cada vez es más intenso y extendido en muchas comunidades y países alrededor del mundo. Hoy, en los Estados Unidos de Norteamérica, es legal la marihuana para uso recreativo en nueve estados, y para uso medicinal ya lo es en treinta. Otros seis estados se unirán inminentemente a esta tendencia. Mientras tanto, el pasado mes de junio Canadá se convirtió en el segundo país, solo después de Uruguay, en legalizar la venta de cannabis a escala nacional, para uso recreativo.

En México, personas influyentes proponen su legalización, desde Vicente Fox, el Dr. Juan Ramón de la Fuente, ex rector de la UNAM, el ex canciller Jorge Castañeda, el secretario de Turismo Enrique de la Madrid, y otros. Realmente me gustaría mucho contar con información abundante, imparcial y sustentada, como para poder emitir una opinión al respecto, pero de momento no me es posible.

El impacto en la economía es impresionante. En Canadá ya se llevan a cabo exposiciones formales de la industria. En Estados Unidos, las ventas de cannabis legal en 2016 alcanzaron los 4.5 billones de dólares, cantidad que salta a 50 billones si añadimos las ventas en el aún gigantesco mercado negro. Las ventas de papa, un producto altamente consumido en ese país, apenas alcanzaron los 3.7 billones, y la ganadería obtuvo ventas por 63.7 billones en el mismo período.

¿Será que algún día en México, queramos o no, sepamos del tema o no, tengamos que decir: Yes we can nabis?

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