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A Valeria, el amor de mi vida

En ocasiones, durante nuestro andar por la vida, tomamos decisiones que nos conducen por senderos inciertos y contradictorios respecto a lo que creemos o profesamos. Nos conducimos sin reparo a los bordes del abismo, dejamos huellas que marcan el futuro de nuestras relaciones humanas, no somos del todo conscientes de la manera en que a veces lastimamos a quienes queremos, o, simplemente, nos equivocamos con algún acto. A veces la soberbia nos nubla y nos aparta de los sueños, dejamos que el incierto sendero se convierta en la verdad.

Despreciamos la humildad y alejamos la pureza de la bondad cultivando el orgullo. Cerramos las puertas al dolor refugiándonos en salidas falsas y evasiones del miedo, huimos a confrontar las cosas que nos lastiman, cavando tumbas al porvenir, nos parece tan lejano el inicio del sendero, que preferimos seguir avanzando en vez de dar marcha atrás.

Hurgamos en las heridas, acrecentamos el sufrimiento, laceramos las buenas cosas de nuestro entorno, preferimos llamar a nuestro lado lo que incentive esa penitencia autoimpuesta, antes que hacer frente a la cruda realidad, el hecho innegable, de que es uno mismo quien se lastima; no aceptamos el hecho de que fuimos nosotros los que permitimos ese daño, somos quienes con sus pasos andan el sendero pedregoso y oscuro del temor.

Cegados así, entre miedo, orgullo y falsas respuestas, olvidamos que todo tiene una salida, que nada es perpetuo, todo va cambiando, nosotros cambiamos, y en ese sendero que nos parece incierto, hay tantas opciones si lo miramos bien, si esforzamos la mirada podemos ir superando lo denso de la niebla, y notar que a cada paso que damos, el mismo sendero nos ofrece veredas alternas por donde andar.

Hay cosas en la vida que son irremediables, la muerte es una de ellas, pero las demás siempre tienen más de una posibilidad de interpretarse, y si así lo requieren, de resolverse. El pasado nos conforma, nuestras historias personales prefiguran el nosotros presente, el hoy es resultado del ayer, pero el mañana únicamente se construye dejando el pasado atrás, usándolo como enseñanza y no como excusa de la comodidad. Aceptar absolutos es equivocado, nada debe ser eterno si obstruye nuestra felicidad, reconozcámonos felices en el mañana partiendo del ahora en movimiento. Hay instantes para lamentarnos, sí, pero las tragedias de la vida son incontrolables, lo demás, todo lo faltante, depende de nuestra voluntad y deseo de un mejor porvenir.

Lo inconmensurable de la vida no es la tragedia, la grandeza radica en el acto de renacer todos los días, aceptando que no hay un único sendero, que la realidad es cambiante y multicolor, que las respuestas son siempre diversas, y que está en nosotros saber poner fin a todo aquello que lacera nuestras esperanzas y desfigura nuestra esencia.

Ya no miro atrás, camino un nuevo sendero, las sombras se disipan para dar paso a la luz, la vida cambia siempre, no obstante, mantengo los principios básicos y los reafirmo. La utopía y la esperanza son las banderas que ondean en lo más alto del castillo de mis sueños y en busca de ellas voy. Alejado de la nostalgia pretérita, hoy, vuelvo a nacer.

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