Vulnerabilidad y cambio
Cristóbal León Campos: Vulnerabilidad y cambio
Los instantes en que nos sentimos vulnerables pueden repercutir de manera constante en nuestra percepción del porvenir si no los afrontamos y analizamos, una palabra, un hecho o hasta un silencio, puede ser suficiente para sacudir profundamente aquello que pensamos estable o perdurable, aunque también, estos acontecimientos pueden ser muy favorables en ocasiones ya que nos posibilitan reconocer qué sí queremos y qué no deseamos en nuestras vidas. Esa vulnerabilidad bien encausada puede resultar un eficaz aliciente para revolucionar las emociones, ideas y posiciones que tenemos o mantenemos por confort, miedo, inconsciencia o simple desidia. Estos sucesos llegan a nosotros para que revaloremos lo que tenemos y lo que ansiamos alcanzar, y desde luego, en qué lugar y junto a quién o quiénes anhelamos hacerlo.
El hecho de reconocernos vulnerables y afrontarlo es un paso importante en los procesos de cambio y en el tránsito de los diversos ciclos por los que atravesamos en nuestra existencia, por ello suele decirse que nombrar las cosas es darles vida, debido a que esa es la forma de reconocer las situaciones y emociones, y también, es el paso inicial para interiorizar y cuestionarnos el por qué de esa condición de fragilidad que nos sacude, pues si no somos capaces de dar con la razón, menos lo seremos de afrontar y solucionar todo aquello que requiera atención, y esto no significa que la vulnerabilidad sea sinónimo exacto de cambio, porque en muchas ocasiones sirve para reafirmar valores, ideas y presencias que sí deseamos a nuestro lado. No debe asociarse únicamente con algo negativo o malo, pero sí señala con puntualidad la ruta que requerimos andar para dar el paso siguiente en la reconfiguración personal a la que nos evocamos cuando al fin aceptamos la llegada del nuevo ciclo y sus manifestaciones.
La fragilidad de nuestra condición humana es advertida cuando la contextualizamos ante los grandes retos y problemas que enfrentamos, el contexto actual de la pandemia de Covid-19, de la crisis sistémica y las aceleración de los conflictos, repercuten profundizando esa insustancial sensación que solemos sentir ante cualquier cosa que nos genere vulnerabilidad, en la cotidianeidad de las relaciones humanas que entablamos, sean afectivas, laborales, familiares o de cualquier otra índole, siempre está presente la posibilidad de sentirnos vulnerados, condiciones de violencia de todo tipo y desvalorizaciones sobre nuestro ser hacen que se agudice ese sentir de inestabilidad, queda en nosotros el saber reconocer las razones, si son provocadas por agentes externos o en realidad subyacen al interior de cada uno de nosotros, sea cual sea la respuesta a esa interiorización, lo relevante está en saber poner alto e iniciar el proceso de regeneración o cambio, pues como hemos dicho, a veces puede la vulnerabilidad ser un incentivo para reafirmar o desechar aspectos de todo tipo, es en todo caso, un sentimiento que otorga la facultad de continuar con mayor ímpetu o frenar y reiniciar el sendero.
El andar del autoconocimiento va develando vulnerabilidades y demás elementos internos y externos que deben ser puestos a juicio, esto, en medio de un resurgimiento de la pasión y la absoluta convicción de que la esperanza en el porvenir vale la pena.