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Un mejor mundo requiere de la deconstrucción de los seres humanos que hemos sido, específicamente del hombre como género y ya no entendido como representante de la totalidad humana, el cual debe poner en juicio lo aprendido durante siglos, sobre todo, los fundamentos ideológicos y prácticos que “sustentan” sus privilegios y el uso que de ellos hace. Al igual que finalizar con la reproducción de las formas sistémicas de violencia-opresión particularmente sobre la mujer, pero también entre hombres, usadas como formas de poder y control, estos entre otros aspectos, son urgentes de transformar para hablar de una nueva humanidad mucho más humana.

Lo anterior no es nuevo, el cuestionamiento a la “masculinidad” y el llamado por la generación de otras masculinidades viene de tiempo atrás, pero con el gran impulso del movimiento feminista en el mundo, la corresponsabilidad humana de los hombres en las transformaciones que se viven reclama un real compromiso y mucha autocrítica. Y no se malentienda esto, pero hay que ser claros, a los hombres nos corresponde dejar de reproducir el machismo y de usar las estructuras patriarcales para oprimir y dominar a la mujer y a otros hombres, lo cual se liga directamente con la crítica al sistema capitalista, que encontró en el patriarcado y la cultura machista, grandes aliados para incrementar su desarrollo y profundizar sus valores individualistas, egoístas y de competencia inhumana. En suma, la contribución de los hombres inicia justamente dejando de ser los hombres que hemos sido y comenzando a ser los que debemos ser en un concierto armónico de la humanidad.

La erradicación del machismo con todas sus formas y manifestaciones es posible, no se trata de utopías irrealizables ni de reclamos de moda, como cínicamente el sistema hace llamar a la justa lucha por los derechos plenos de la mujer, es decir, el viejo truco sistémico del divide y vencerás condiciona la mirada de los hombres y los “justifica” para no reconocer que ya es tiempo de echar por la borda al machismo y rehacernos partiendo como principio de la aceptación de que los hombres no somos ni hemos sido nunca el centro del mundo humano ni del universo.

Lo anterior incomoda a muchos hombres que “justifican” seguir reproduciendo el machismo valiéndose de las estructuras patriarcales para ocultar sus miedos ante las transformaciones sociales y frente a la liberación de las mujeres de todas las opresiones que han sufrido. Esto, como bien lo ha señalado la doctora Georgina Rosado, se refiere a la reacción del patriarcado que conforme avanza el feminismo y reivindican sus derechos las mujeres más agudiza la violencia machista. En este sentido, la investigadora Rita Segato ha dicho que: “La masculinidad está más disponible para la crueldad porque la socialización y entrenamiento para la vida del sujeto que deberá cargar el fardo de la masculinidad lo obliga a desarrollar una afinidad significativa —en una escala de tiempo de gran profundidad histórica— entre masculinidad y guerra, entre masculinidad y crueldad, entre masculinidad y distanciamiento, entre masculinidad y baja empatía”. Por ello, incrementemos la deconstrucción que los hombres requerimos, recomiéndonos vulnerables y aceptando el machismo y los privilegios que hemos ejercido; pongámosle fin de una vez y para siempre.

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