Leer sin reparo
Cristóbal León Campos: Leer sin reparo
En el vaivén de los días apacigua su espíritu ávido de paz hojeando las lecturas postergadas, una a una desliza las páginas por leer entre sus manos, acaricia sigilosamente el contorno que recubre las letras, pareciera copiarlas, aspira el aroma peculiar que despiden los libros añorados, es un fetiche y un placer que frecuenta escapando de la cruda realidad que afuera le espera.
La lectura se convirtió desde hace mucho en algo más que un pasatiempo, quizás comenzó como una actividad para dejar correr las horas en espera de nuevas aventuras, pero ahora es una necesidad que le reclama ser cumplida a cabalidad con la prontitud de una urgencia, no hay día en que pueda borrar la placentera sensación que le provoca sumergirse en las historias narradas por mujeres y hombres a los que tal vez nunca conozca, pero a quienes admira y agradece su labor.
Algunas veces se sorprende al encontrarse caminando con un libro abierto entre multitudes desesperadas por el consumo y las penumbras de la cotidianeidad en las principales calles de la ciudad, sonríe como si se contara a sí mismo algún recuerdo irrisorio, pero en realidad solamente disfruta del placer culposo que le genera leer sin reparo.
Se acostumbró a visitar con frecuencia las librerías para hacerse de alguna novedad editorial, revistas, libros, folletos o periódicos, no importa exactamente cuál sea el formato, aunque claro, siempre ha preferido una buena edición de alguna obra memorable. No siente reparo al invertir su escasa riqueza para garantizarse una nueva lectura que le permita aprender, soñar o recordar, le es un poco indistinto, ya que a fin de cuentas, su deseo es adentrarse en el mundo y las mentes de los autores y autoras, gusta de analizar las frases estructuras como acertijos milenarios, quizás buscando respuesta a los enigmas de su insomnio, o solamente satisface el apetito desbordado que le consume al momento de leer.
En ocasiones se le ve rondando las bibliotecas, revisa los ejemplares recién adquiridos y relee viejos párrafos que le transportan a otras épocas, ya sean de su vida o de la historia humana, esto debido a que los libros son la mejor máquina del tiempo, tal y como afirma Irene Vallejo en su Manifiesto por la lectura.
Desprovisto de reloj, no tiene hora exacta para disfrutar, es irrelevante si el alba le reclama volver a la vida mundana, o si son las estrellas destellantes las que le advierten el transe en el que ha caído, es común que se encuentre abatido por el desvelo de los versos, las narraciones extensas y las reflexiones profundas, suele experimentar una especie de transmutación corpórea que lo convierte en un ser que habita el mundo de otros seres.
La lectura es un elemento vital en su existencia y los libros son su alimento preferido, de ellos ha aprendido las pasiones más prohibidas, así como las grandes lecciones de paciencia y calma de aquellos ejemplares que sin importar el pasar de los años siguen aguardando la llegada de un nuevo lector o lectora. Ahora mismo, mientras estas letras finalizan, disfruta de los instantes que nos regala el acto de leer, pues aquel ser descrito, es cualquiera de nosotros y/o nosotras deambulando este mundo…