El discurso militar
El poder de la pluma
Prepararlo llevaba días, semanas o meses. Sobre todo cuando la redacción no era nuestro fuerte. Además, siempre había línea implícita porque en las fuerzas armadas somos apolíticos y arreligiosos (otros agregaban que también “a-teos”). De ahí en fuera, era apegarse al motivo del discurso que se nos encargaba, ya sea por fin de cursos, una efeméride, ceremonia o evento especial.
Me gustaba escribir desde que era de la marinería, quizá por ello algunos comandantes me encargaban pergeñar las piezas de oratoria que leerían o las más breves que en raras ocasiones me encomendaban, según la menor importancia del acto, incluso llegué a narrar algunos desfiles del 16 de septiembre o 20 de noviembre en Chetumal, al paso del contingente de la Armada frente al Palacio de Gobierno, y ahí sí, había que improvisar por si se detenía la columna.
Invariablemente, el contexto de los discursos se refería a la tradición o doctrina naval hasta aterrizar el tema primordial del evento o conmemoración. La preparación –después de las precisiones, añadidos, supresiones y correcciones del mando– era de días y muchos ensayos para afinar: dicción, volumen de voz, entonación, gestos y ademanes. Después venía el uniforme, que debía estar impecable, pues se representaba a una institución considerada la parte más elegante de las fuerzas armadas: la Marina.
En esos discursos, cuando se expresaban ante el presidente en turno, ciertamente, se hacía alusión a su gobierno y lo bien que conducía el país, aun en sexenios muy criticados, como los de José López Portillo o Miguel de la Madrid –por citar algunos–; pero, si la memoria no me falla, no recuerdo alguno como el que pronunció ante el Altar a la Patria (hemiciclo a los Niños Héroes, en Chapultepec), José Carlos Moreno, cadete del H. Colegio Militar, quien al recordar aquella gesta heroica de 1847, dijo que en la actual administración se han ofrecido diversas opciones a la juventud, entre ellas, las becas Benito Juárez y Jóvenes Construyendo el Futuro para que ninguno se quede sin alternativas de trabajo o de estudio, alejado de los vicios que tanto afectan a este sector.
Más aún, el futuro oficial del Ejército dijo que, en el México de hoy, “se necesita estar preparados mental, físicamente, alejado de los vicios que destruyen” y me pareció escuchar a AMLO cuando habló de la importancia de actuar con honradez, erradicar la corrupción, reducir la inequidad social, combatir la pobreza, respetar los derechos humanos y vivir en democracia.
Me pregunto si este joven cadete sabe que la SFP detectó en “Becas para el Bienestar Benito Juárez” un padrón de beneficiarios inexistente, carencia de datos en la reducción de deserción escolar y además hizo recomendaciones para evitar “corrupción”; o que del programa para “ninis” Jóvenes Construyendo el Futuro, del que se jacta el Gobierno de la 4T, sólo dos de cada 10 participantes han obtenido empleo, que es el propósito del proyecto.
Creo que no tiene la culpa el joven cadete, sino quien intentó quedar bien con el presidente.
Anexo “1”
Mitos y realidades
En 1848, un año después del enfrentamiento en Chapultepec, Ramón Alcaráz en su obra “Apuntes para la guerra entre México y los Estados Unidos” mencionó a algunos cadetes militares que participaron en el enfrentamiento. Un año después, Santiago Hernández fue el encargado de darle un rostro a los Niños Héroes. Él fue uno de los cadetes que defendió al Castillo de Chapultepec, y después se convirtió en un caricaturista y crítico del gobierno.
Dibujó al óleo los retratos de seis estudiantes que después serían identificados con los nombres de los seis cadetes homenajeados. Tres años después Mariano Monteverde recordó a los héroes del 13 de septiembre como “niños”. Así, poco a poco se fue esbozando la figura protagónica de los seis combatientes. El primer presidente en querer recordarlos de manera oficial fue Benito Juárez. En 1871 decretó en luto nacional la fecha en la que se llevó a cabo la batalla.
Después la historia de los Niños Héroes fue un poco olvidada hasta que llegó el gobierno de Miguel Alemán. El presidente que dirigió el país de 1946 a 1952 invitó al presidente de Estados Unidos en marzo de 1947. Harry Truman llegó al país en la conmemoración de los 100 años del conflicto entre ambos países.
El mandatario estadounidense colocó un arreglo floral en el monumento de los Niños Héroes que ya estaba construido en Chapultepec. Sin embargo, este acto no fue del agrado de muchos mexicanos, quienes, al día siguiente, tiraron las flores ante la embajada de Estados Unidos y se manifestaron en contra de la visita oficial. Las críticas contra el presidente fueron muchas, hasta que días después Alemán Valdés anunció que se habían encontrado los restos de los seis héroes en los Ahuehuetes de Miramón. No hubo pruebas que avalaran que en realidad pertenecieron a los cadetes, pero ayudó a que el mito se fortificara.
(Recuperado de https://www.infobae.com/america/mexico/2020/09/13)