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La detención del general Salvador Cienfuegos Zepeda en Estados Unidos, por acusaciones de narcotráfico, cimbró no sólo a las fuerzas armadas, sino también al gobierno de la 4T, por tratarse de un militar que ostentó la más alta jerarquía en el Ejército y estuvo al mando de la Secretaría de la Defensa, que junto con la de Marina tienen hoy un cúmulo de responsabilidades paralelas a las actividades castrenses.

Más allá de si son probadas las acusaciones en su contra, muchos civiles (analistas, columnistas, politólogos, funcionarios, etc.) se han lanzado contra Cienfuegos; sus alabanzas y reconocimientos de años recientes se han tornado en “revelaciones”, señalamientos y hasta infundios, ejemplo de que del árbol caído todos quieren hacer leña. ¿Dónde están los amigos de Cienfuegos?, se preguntaban en un periódico nacional. Aquí cabe destacar la posición del presidente de no hacer juicios y que, como comandante supremo de las FFAA, será el vocero en este asunto que calificó de muy delicado “para que no se preste a un golpeteo injusto contra la institución”.

Y si la crítica de los civiles –que se hace a la ligera y sin conocimiento de causa y de las entrañas de una de las dependencias que ha sido, es y será pilar para el desarrollo del país en un ambiente de paz– es reprobable, peor aún es la que se sale de los cuarteles (e incluso entre mandos retirados, nostálgicos del poder que nunca alcanzaron), donde se aprovecha la situación del aludido para sacar a la luz hechos o situaciones que antes no se atrevieron a decir, ya sea por respeto o temor.

Porque es algo común en la milicia y en el medio civil (“de la condición humana”, dice la literatura) criticar, o hasta calumniar, al superior cuando no somos favorecidos con algunas decisiones o prebendas, de ahí que se alegren y echen lodo cuando aquellos caen en desagracia, pierden prestigio y reputación, porque quieren ver derrotado, vencido a quien los superó, a quien los tuvo como subordinados y logró escalar la más alta jerarquía, los mejores cargos, las mejores comisiones.

Y entre politólogos y opinadores se dice que la detención es un desprestigio para el Ejército y la Armada y se pone en entredicho la honorabilidad y la disciplina de las instituciones; se califica de insultante forma de proceder de la DEA en contra de un extitular de la Sedena; se aprovecha para criticar al gobierno de la 4T por darle exceso de poder y dinero a los militares; se comienza a hablar de si el titular de la Defensa debe ser un civil y no un militar. Aquí, en el terruño, se reseñan visitas de Cienfuegos a Yucatán, como si eso fuera un delito, pero olvidan las lisonjas que le prodigaron en su momento.

¿Se sobredimensiona el hecho? Puede ser, pero lo menos que podemos hacer es lo que en justicia corresponde a quien hoy enfrenta serias acusaciones en otro país: darle el beneficio de la duda. No hacerlo es simplemente hacer leña del árbol caído.

Anexo “1”

Dos momentos del General       

Fueron varias ocasiones en que citamos al general ex secretario, comparto dos contrastantes:

1.- El 12 de diciembre de 2014 “Y el general sonrió”.

Se le veía contento entre los niños. Ellos así lo percibieron y literalmente se le fueron encima cuando terminó la ceremonia en su primaria que recién cambió de nombre por el de “Centenario del Ejército Mexicano”. El general se olvidó de protocolos, hizo a un lado el acostumbrado gesto serio, adusto… y sonrió. Salvador Cienfuegos Zepeda, el divisionario de cuatro estrellas y responsable de la seguridad interior y la defensa exterior del país, estuvo contento en la que fue su cuarta visita a Yucatán, la semana pasada, cuando recibió un reconocimiento en Espita, inauguró una ludoteca y entregó equipo deportivo y prometió dos canchas a una escuela. (…)Fue, sin duda, el otro rostro del secretario de la Defensa Nacional. Novedades recogió esta frase suya que dice mucho: “Venir a Yucatán es siempre confortable, se respira tranquilidad, es otro ambiente, es algo que ustedes deben valorar mucho”.

2.- en febrero de 2019 publicamos “Derrota para Cienfuegos”, cuando el presidente publicó el decreto que abroga el artículo 16 del Reglamento de la Ley del Issfam, que impedía ostentar el grado inmediato a militares en retiro y señalamos: “Fueron cinco años de pelear por un derecho que el anterior secretario de Defensa, Salvador Cienfuegos, conculcó en perjuicio de marinos y soldados, e incluso combatió en la SCJN amparos. Por eso es una victoria de los afectados sobre el general, por supuesto con el apoyo del sucesor de Cienfuegos, general Luis Cresencio Sandoval”. (…)Y es que en las fuerzas armadas portar un grado confiere poder -en el amplio y estricto sentido de la palabra-, indispensable para el ejercicio del mando; y ya en retiro, es un derecho y un orgullo ganado después de servir a la patria, así que ¡bienvenida esta decisión!”.

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