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Advierte que es desatino, siendo de vidrio el tejado, tomar piedras en la mano, para tirar al vecino, escribió Miguel de Cervantes hace tantos ayeres y vaya que no se equivocó con tan lustrosa frase, pues no existe época en donde la prudencia no salga a relucir.

Desde que tengo uso de razón mis papás siempre me señalaron lo mismo: “Sé prudente David” y pues bueno, a veces lo soy, pero ahora que la muerte se ha convertido en mi compañera de trabajo, he tenido la oportunidad de apreciar quiénes son sus clientes favoritos: todos aquellos seres humanos que de la prudencia se han olvidado o de esta misma se han burlado.

Pero no son solamente ellos, sino quienes la paciencia perdieron. ¡Uf!, creo que esos son los favoritos de la muerte, que se esconde en cada esquina mirando al que pensó que de tanto esperar se moriría, pues no sabía que la muerte reiría, ya que bien sabe que en estos días la paciencia es una activa compañera de quien en la práctica encuentra mayores oportunidades de vivir.

Y así van las dos mejores amigas del ser humano, cual fieles perros guardianes: la prudencia y la paciencia, excelentes barreras para el que se sabe cuidar, las mejores medicinas para el Covid en lo que llega una vacuna que solamente es cuestión de ser pacientes para verla llegar.

¿Dónde encuentro a mi amiga prudencia? En recordar que cualquier salida es un riesgo, que solamente aquel que requiere estar en la calle debe de estarlo. Ojalá alguien se lo diga a los que están por ahí afuera tomando un helado, en el parque ejercitándose o visitando sin protección a sus ancianos. Y la paciencia es aquella virtud de los sabios, que saben que hay que esperar, que ya están tan hartos como yo y como tú pero que se esconden de la muerte y se resisten a esa salida, a esa reunión, a ese riesgo de ser contagiado.

Los semáforos ya están cambiando, la esperanza está aumentando, pues a la paciencia y la prudencia la muerte no puede verlas y, pobrecita, ya se está aburriendo, pues sin clientes se tendrá que ir. Pero recuerden que esta historia, la época del Covid, aún no ha terminado y si la vida te ha dejado alguna enfermedad, si la comida te ha hecho engordar y el azúcar se derrama por todo tu cuerpo, entonces tu semáforo nunca cambiará y, sin paciencia ni prudencia, te aseguro que morirás solo y ahogado.

Abracemos a las mejores amigas del ser humano, que, como capa de invisibilidad, de la muerte llamada coronavirus nos van a ocultar.

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