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Dudar de nosotros mismos es una de las medidas de protección más fuertes que el ser humano tiene al momento de enfrentarse al mundo para evitar errar; esta duda es un candado que al final de cuentas vale la pena desbloquear para poder conseguir un triunfo a sabiendas de que de la derrota se aprende y de que probablemente de cien intentos que hagamos para conseguir una meta, encontraremos noventa y nueve fracasos y al menos una victoria. La magia está en saber discernir si es mejor lanzarnos hacia la búsqueda de ese triunfo a pesar de las vencidas y de los obstáculos o si es mejor hacerle caso al candado que todos llevamos dentro para evitarnos caer.

Estoy seguro de que quien no intenta no logra, que quien no sufre no alcanza la felicidad y que quien no habla no es escuchado; a veces tenemos que disfrutar de esos noventa y nueve fracasos que son los cansados pasos hacia la cima del éxito, y esos pasos no son más que nuestros defectos, nuestras carencias y errores humanos. Ahí se encuentra otra de las magias más brillantes de la vida, nuestra perfecta imperfección, en donde buscamos un mundo mejor pero desde nuestros propios ojos, pues mirar usando zapatos ajenos puede resultar casi imposible. Nadie vive lo de otros, así que comprender los sentimientos del prójimo es utópico, se puede tratar de entender pero no saber lo que otro siente.

Y todo ello me lleva a confesarme que cumplir todo lo que me propongo quizá no sea siempre posible, quizá nunca logre ser completamente empático con quien sufre y quizá alcanzar toda la magia que me propongo en esta columna semana a semana me sea difícil. Pero si no planteamos la lucha no encontraremos un camino, no encontraremos esa perfecta imperfección que en lugar de derrota debe verse como una dicha, un aviso de la seguridad de que vamos a fallar y que en ese fallo se encuentra también la indicación hacia el éxito ¿Y eso (el éxito) dónde lo descubro? En aquella meta tan soñada, puede ser en el dinero, puede ser en la alegría de formar una familia, en los grados de estudio e incluso en la fama; el éxito es personal, es distinto para cada persona y por más que lo busquemos no lo vamos a alcanzar si le tememos a explotar nuestras ideas, a lanzarnos al vacío o a intentar volar pese a una gran probable caída.

Hagamos lo que nadie ha hecho para lograr lo que nadie ha logrado y mientras lo hacemos caigamos como nadie ha caído para levantarnos tan alto como nuestros sueños de éxito lo permitan, aceptemos nuestra imperfección, la gran magia que nos hace ser humanos, pero no dejemos que esta nos domine pues el mundo y en especial nosotros merecemos lo mejor de uno mismo. Ameritas lo mejor de ti, valgo lo mejor de mi.

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