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Recibí una llamada en donde me proponían apoyar a un grupo de estudiantes de nuevo ingreso en medicina para que sepan si la elección que hicieron es la adecuada. Acepté, porque las generaciones actuales requieren entender lo que realmente implica involucrarse en un mundo que te puede llenar el alma pero también clavarte en una severa depresión: no es por nada que pese a ser una carrera de amor es también una en las que más se suicidan quienes la estudian, sépase que 1 de cada 10 estudiantes de medicina comete intento de suicidio, por eso jamás hay que presionar a un hijo a estudiar esta ciencia.

Iniciemos con el primer punto: para ser un buen médico hay que amar nuestra meta diaria, la vida, a la cual miro como un conjunto de enormes virtudes, como una magia sorprendente y delicada, que puede ser afectada desde diferentes directrices dentro de un ser bio-psico-social. Si no se siente amor por hacer prevalecer la vida desde la concepción, entonces no vale la pena estudiar esta carrera, pues vivirías una completa incongruencia y hacer las cosas sin sentido te volverá muy infeliz. En segundo punto es imperante saber que la medicina no te hará rico, no trae comodidad ni poder; nos encontramos en un periodo en donde ésta y otras ciencias son ignoradas, donde al doctor no se le respeta, al grado que nuestro trabajo se prostituye cobrando mucho menos que un peluquero.

Como tercer punto les digo a los nuevos estudiantes: si batallas con la autoridad medicina no es lo tuyo, aquí serás pisoteado, pasarán sobre tu dignidad y derechos, “dormitarás” en el piso, tratarán de humillarte por placer y si peleas contra ello te señalarán como un bicho raro y serás excluido, perdiendo oportunidades de aprendizaje, lo cual para nosotros es importante. Por si fuera poco, las noches no te pertenecerán más, serán de libros, exámenes y pacientes; si amas dormir, ¡olvídalo!

Entrar a medicina es firmar un contrato con la incertidumbre, donde para seguir creciendo tendrás que pasar uno y otro complejo examen, donde estarás compitiendo a diario por un lugar que pocos alcanzan, teniendo que aprender a vencer la frustración. Ser médico también es saber hablar, consolar y ser empático con los desconocidos, eso incluso a veces puede curar mejor que un medicamento.

Si dudas en estudiar esta carrera entonces mejor salte y busca otra, que nadie te obligue a seguir; pero si de verdad estás dispuesto a vivir todo lo que he comentado, bienvenido a la mejor profesión de todas, a la que más satisfacciones trae si hay una verdadera vocación de servicio, la carrera que genera más sonrisas, en la que disfrutas cómo el semblante del paciente cambia, cómo los dolores acaban y cómo las sonrisas vuelven a salir a la vez que tu familia se muestra orgullosa y te presume, ser médico te hace sentirte útil. Si usted lector ha sido mi paciente, si he tenido la fortuna de atenderlo, sepa que ha sido uno de mis más grandes goces, en especial al saber que me ha confiado su bien más preciado: su vida.

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