De las manías de los lectores

El peligro que representan las novedades editoriales es que uno se enganche con ese perfume de tinta nueva

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En el extenso mundo de los bibliófilos y demás lectores en general, existen diferentes manías a la hora de aproximarse a ese maravilloso objeto que llamamos libro. Algunas son bastante comunes y son bien aceptadas, pero otras son denostadas dependiendo de con quién se hable, ya sea que se trate de algún bibliómano purista o de un lector ocasional. A continuación, procedo a señalar algunas que han llamado mi atención.

Oler los libros. Esta manía es de las más comunes, sin importar si se trata de un libro nuevo o de uno antiguo, es frecuente que al abrir sus páginas algunos sumerjan las narices en busca de esos secretos aromas que se esconden entre sus pliegues.

El olor a polvo u humedad, por muy abstractos que sean, son reconocibles al instante -aunque ningún ejemplar huele igual a otro-. Por el contrario, el peligro que representan las novedades editoriales es que uno se enganche con ese perfume de tinta nueva que, a la postre, se vuelve tan adictivo que no pocos individuos han terminado por aficionarse a estar inhalando libros a todas horas con total descaro.

El subrayado. Nunca falta aquel lector que junto a su libro tiene un lápiz o una pluma prestos para subrayar frases o párrafos enteros, incluso haciendo anotaciones en los márgenes de las páginas.

Esta clase de individuos deja su impronta personal en cada ejemplar que cae en sus manos, sin importarle que algún futuro lector pueda incomodarse por los ríos de tinta que ya recorren un libro, haciendo incómoda la lectura dada la distracción que sobreviene por andar leyendo también dichas anotaciones. No obstante, cuando se trata de algún autor o intelectual afamado, estas marcas y grafías pueden resultar de gran interés para los investigadores.

En su defecto, una variante de esta manía puede consistir en doblar la orilla de la hoja que contiene los pasajes más interesantes, con el fin de leerlos a posteridad. Sin embargo, algunos pueden ver en este acto una grosera afrenta en contra de la integridad del libro, ya que un doblez en las hojas rara vez desaparece, pues, como los amores fallidos, también deja su marca por el resto de sus días.

Una manera más sofisticada y elegante de resolver las situaciones arriba presentadas es la de utilizar post it para marcar la sección deseada, con la ventaja de que en estos papelitos autoadheribles también se pueden tomar notas bibliográficas.

Esta forma de marcado o subrayado es frecuente entre los académicos, que a menudo usan libros provenientes de otras bibliotecas, y con ello tratan de no dañarlos. Se les puede identificar porque siempre andan con libros que parecen abanicos de papel, ya que los bordes multicolores utilizados a manera de separadores terminan por ponerle un estrambótico penacho al libro en cuestión, como si se tratase de un disfraz literario.

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