|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

La cifra sigue creciendo, leer las noticias supone leer sobre otra chica que ha desaparecido, sobre aquella que mataron a mitad de la noche, aquella otra de la que abusaron en la fiesta a la que asistió, aquella otra que envió mensajes justo antes de ser secuestrada y asesinada; pero esos actos se han vuelto costumbre, se han vuelto parte de nuestra vida diaria y han dejado de causar impacto en la sociedad, han dejado de estar de boca en boca, porque ya se ha establecido que aquella que muere es porque lo merece.

Más de una vez me cuestioné el porqué solamente las mujeres desaparecían, tiempo después me percaté de lo equivocada que era mi idea, pues si bien las mujeres desaparecen con mayor frecuencia, los hombres también son víctimas de este fatal destino, pero muchas veces no le tomamos importancia. Así las cosas en este país.

Si viajo en el tiempo, puedo verme desde lejos con unos años menos en el rostro, sentada a la mesa pidiéndole a mis padres que me permitieran salir a aquel lugar donde todas mis compañeras de preparatoria irían a la fiesta de aquella noche; nunca lo hacían, solían decirme que era demasiado peligroso que fuera a un lugar que apenas conocía, pero en aquel entonces me parecía exagerado.

Sin embargo, ahora que el tiempo ha pasado, toda mi idea ha cambiado. Supongo que las noticias y las cifras de lo que muchos hombres y mujeres sufren día a día la han ido cambiando. Y hoy, cuando voy sola, camino con tanto cuidado, que poco a poco he preferido dejar de hacerlo y quedarme en casa donde sé que nada puede pasar.

El miedo es inevitable cuando vives en un país donde más de 1,199 mujeres han sido asesinadas en solamente siete meses, cuando vives en un lugar en el que el padre de Norberto tuvo que recibir su diploma, porque su hijo salió un día de un restaurante para ir a casa y nunca llegó, en un lugar en el que tomar un taxi es muchas veces una de las cosas más atemorizantes a las que nos podemos enfrentar, simplemente porque no sabemos si el chofer se podría desviar de la ruta y privarnos de nuestra vida.

El miedo es inevitable cuando vives en un lugar donde a nadie le interesa hacer nada para poner un alto.

México ahora lleva en su nombre el recuerdo de cada uno y cada una de quienes han desaparecido, a los que han privado de la vida, de cada uno de aquellos jóvenes y adultos que, sin ser culpable de nada de lo que sucede, ha dejado de existir, simplemente y sin razón alguna porque alguien más lo decidió.

Sigo esperando que el país entienda que vivir con miedo no es cosa que deba parecer normal, que entienda que debemos hacer algo, que estamos desapareciendo y que si solamente permitimos que el tiempo siga pasado esto no va a mejorar, solamente puede empeorar.

Lo más leído

skeleton





skeleton