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Hace unos días mi padre le contaba al resto de la familia mi poca afición a mirar fotografías y en menos de un segundo una lluvia de preguntas estaba encima de mí: “¿Por qué no te gusta revivir los momentos?”. “¿Te gusta olvidarte de todo lo que viste?”.

La respuesta era demasiado larga para explicarla en aquel momento, pero quizás alguien de ellos me está leyendo el día de hoy, y sé que probablemente tú estés haciéndome de forma mental las mismas preguntas, así que este es el momento para decir que mis recuerdos favoritos son aquellos que se guardan con tinta en hojas de papel, aquellas canciones que sonaron en el momento justo para formar un recuerdo, no solamente lo son esas impresiones en papel de fotografía, un recuerdo, es aquel que te hace regresar en el tiempo, no aquel que solamente te lo presume pero no te permite ingresar en él.

Al pensar en aquel momento en toda la cuestión del paso del tiempo y la melancolía no pude evitar traer a mi mente que tengo una colección de libretas, muchas de ellas tienen todas sus hojas en blanco, otro tanto tiene una que otra palabra escrita en alguna parte, otras tienen historias que vinieron a mi mente en la calle y descripciones de personas que seguramente se me cruzaron en camino a casa.

Cada una de aquellas libretas tienen una historia, viene de diferentes lugares, de diferentes momentos, de diferentes personas, eso es lo que las hace tan especiales. Sacarlas de aquella caja donde reposan esperando el turno de ser usadas me hizo darme cuenta de aquellas historias que albergan en cada una de las palabras que tienen escritas en sus páginas, aquel nombre de la persona que se convirtió en solamente un recuerdo, la carta de aquella chica que solía ser mi mejor amiga, la tinta de mi pluma favorita.

La hoja y la tinta han sido en más de una ocasión mis fieles compañeras, me han hecho compañía y han sido testigos de aquellos días que fueron buenos y esos otros que no lo fueron tanto.

El escribir es uno de mis modos de vida favoritos, capturar historias en las líneas de aquellas hojas, historias a las que puedo regresar cuando en medio de un día soleado tenga ganas de una lluvia, cuando tenga ganas de tener 18 años otra vez, cuando también quiera vivir aquel día que me dejó ganas de vivir para siempre en él.

Escribir es uno de esos actos que te permiten entrar a cada mundo que necesites, a cada mundo que quieras inventar, es uno de esos actos que te permiten ser, inventar y conocer a aquel amigo que nunca pudo ser de carne y hueso.

Escribir es ese acto que permite a cada persona que se aventure a crear un mundo donde solamente él pueda comprender en su totalidad las dificultades y necesidades de aquel universo fantástico.

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