Un grito de auxilio
El Poder de la pluma
El país ha estado de luto. El pasado viernes la noticia de un tiroteo escolar invadió los medios de comunicación, esta vez no le tocó de nuevo a nuestros vecinos del norte, esta vez le tocó a Torreón y, por un segundo, todos regresamos en el tiempo a aquel fatídico 18 de enero de 2017 cuando Monterrey vivió la misma pesadilla; día en el que un menor de 11 años disparó contra su maestra para posteriormente quitarse la vida.
Desde hace un par de días las frases que más escucho en las pláticas son: “Los culpables son los videojuegos”, “Las películas de ahora incitan a cometer ese tipo de actos”, “El estar en la computadora les hace tanto mal”.
Frases que, me atrevo a decir, están equivocadas. Las redes sociales se han convertido en un recinto de debate, donde todos quieren tener la razón, donde un gran número busca culpar a los videojuegos de lo sucedido, y donde una mínima parte se da cuenta de que la sociedad en la que vivimos envueltos, aquella que normaliza la violencia, que toma la muerte de inocentes a la ligera, una sociedad donde la salud mental pasa a segundo plano y donde los padres no tienen el tiempo suficiente para sus hijos, una sociedad donde los padres adjudican culpas y problemas que no le pertenecen, es aquella sociedad donde se encuentra el problema.
Más de una vez he escuchado menospreciar la salud mental, de decir que la depresión nos es más que un invento de las nuevas generaciones para quedarse en cama todos los días, más de una vez he escuchado que no hay tiempo de sentarse con los niños para hacer la tarea y que los fines de semana hay mejores cosas que hacer que compartir una comida con ellos. Más de una vez he escuchado que los niños están mejor jugando videojuegos, porque así no interrumpen las interminables tareas que tiene un adulto, sin embargo, cuando se debe buscar un culpable, nunca lo será la falta de amor o empatía, nunca lo será la normalización de la violencia, ni la falta de atención, siempre, se culpará a todas aquellas cosas que, tengo por seguro, no juegan un papel determinante.
Como adultos deberíamos entender lo mucho que nos pueden necesitar los niños, aquellos que son padres deberían tener siempre presente el poder que una muestra de cariño tiene en la vida de los menores, aquellos que son maestros, tener en cuenta el lugar que se ocupa en la vida de un niño.
Como adultos debemos entender muchas cosas, pero sobre todo debemos hacerlo como seres humanos. Debemos dejar de culpar a los videojuegos, a la música, a las películas y empezar a preguntarnos por qué un niño de 11 años de edad contaba con armas, debemos dejar de buscar la culpa en el docente y empezar a cuestionarnos la forma en la que se está educando a los niños.
Debemos empezar a actuar, empezar a reparar lo que se ha estado rompiendo durante todo este tiempo, empezar a escuchar ese grito de auxilio.