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Ha pasado un 8 de marzo más, las calles se pintaron de morado para recordar la importancia de la lucha que las mujeres han mantenido durante todo este tiempo. Desde hace mucho tiempo, empecé a sentir miedo al salir a la calle cuando el sol se escondía.

Desde hace mucho tiempo empecé a sentir miedo cuando tenía que caminar en lugares solitarios. Desde hace mucho tiempo empecé a sentir miedo de lo que me pudieran decir al vestirme con ropa que se enseñe más arriba de la pantorrilla. Porque, al final, no importa, siempre van a decir que fue mi culpa.

Mi culpa por usar vestidos.

Mi culpa por salir a cenar con mis amigos.

Mi culpa por estar en la calle después de las nueve.

En México, en promedio, mueren 11 mujeres al día, los índices de violencia han ido avanzado de forma incontrolable, y parece que nadie se dan cuenta... o es solamente que quizá nadie quiere darse cuenta.

Pensar en los feminicidios me hace percatarme de que nadie de nosotras está segura, que las mujeres viven en un ambiente inmerso en la violencia, sin importar la edad, sin importar sus creencias religiosas, sin importar nada. Día a día se colocan fotos de aquellas que ya no están, de mujeres que en años pasados se proclamaron en contra de los feminicidios, pero que hoy han muerto a causa de ellos.

Pensar en los feminicidios me hace pensar en lo necesario que es defender nuestra vida, en lo necesario que es pedir justicia para aquellos que hicieron daño y nunca fueron castigados. Me hace pensar en la poca importancia que le dan a aquellas mujeres que hoy están muertas o desaparecidas.

Espero nunca dejar a mis padres esperando por mi regreso a casa. Espero que mi foto nunca esté colgada mientras mis amigas tratan de encontrarme. Espero que mi madre nunca tenga que dormir preguntándose qué me pasó. Espero que mi vida nunca se acabe por el simple hecho de ser mujer.

Hoy nos toca alzar la voz en busca de justicia por todas las que ya no están, nos toca alzar la voz para proteger a las que seguimos acá, nos toca alzar la voz y hacer un lugar mejor para todas las que vendrán.

Hoy escribo esto para decir que las mujeres importan, que sus vidas importan, que los feminicidios tienen nombre y no son solamente cifras en un país con un gobierno incapaz de ponerle un alto a todo lo que está sucediendo.

Hoy escribo esto para recordar a todas aquellas que ya no están, pero también para aquellos que siguen peleando por sus hijas, sus hermanas, su amigas, sin importar el tiempo que pase.

Hoy escribo esto para la mamá de Fernanda que tuvo que salir a luchar por que su hija ya no puede hacerlo.

Hoy escribo esto para el papá de Esmeralda que tuvo que salir a marchar porque su hija ya no puede hacerlo.

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