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El día de ayer se cumplieron 33 años de la partida de don Mario Hugo Herrera Bates, “Sakuja”, y 13 de doña Beatriz Eugenia Semerena; ambos partieron a la escena de la eternidad dejando un legado artístico que brillará por siempre. Me permití quitarle la pluma al huiro de Dzereco porque en ese tiempo todavía no nacía, así que les cuento: recuerdo que la mañana del 19 de junio de 1986 hablaron a la escuela Juan Crisóstomo Cano y Cano, donde yo estudiaba y daba clases mi bisabuela Aisela Hernández, esposa de don Mario, para dar la noticia que que éste se había caído. A las pocas horas llegó la noticia que nunca quisieras escuchar: había muerto. Tan solo contaba con 10 años de edad cuando aquel hombre con el que vivía en la esquina de la Honradez, calle 72 entre 49 y 51 No. 449-B, en el rumbo de Santiago, casa en la que compartimos infinitas y agradables pláticas, cerró su ciclo físico y terrenal.

Precisamente ayer, recordando a don Mario Hugo Herrera Bates, “Sakuja” (les pongo el nombre completo porque hay un dato ahí, don Mario también escribía artículos, pero no se si para algún periódico o revista y los firmaba como Hugo Bates). Recordarlo ayer fue un viaje a la nostalgia y a los cimientos de mi origen escénico, fueron muchas las pláticas donde me aconsejaba sobre el gran valor que tenía siempre respetar el escenario y al público, mantener una comedia pícara pero sana, para que pueda servir no solo como vehículo de diversión, sino como una forma de procurar la convivencia familiar.

Por eso la lucha férrea por mantener el teatro regional familiar, y aclaro: no estoy en contra de ningún tipo de comedia, simplemente llamarle a las cosas por su nombre. El teatro regional mi bisabuelo lo llevaba en su sangre, y el amor por él lo transpiraba cada vez que pisaba un escenario, escribía un libreto, dirigía una escena, hacía un spot publicitario, preparaba un programa de radio...

Su amor por el teatro regional le hizo hacer esfuerzos gigantes para lograr darle una casa, al lograr, con el apoyo del Lic. José María Carrillo, que abriera sus puertas el teatro Héctor Herrera. Fueron muchos los personajes que logró posicionar en el gusto del público a través del teatro o su programa de radio “Las aventuras de Dzitrillo y Huachauech”, personajes que mucha gente recuerda como Beto de Muxupip, El mago Kabax bul, José Pino, del sketch “Amor de Carretera”, su espléndida interpretación del sirio libanés Salvador Sakuja, “el hombre que al hablar no puja”. Un personaje que le hizo recibir muchas palmas era el que interpretó en la adaptación de la obra española “Los Árboles”, que llamó “El Honorable Señor Pek” y que años más tarde, Héctor Herrera “Cholo” le pusiera “Sueño de Flamboyanes”.

Es poco el espacio para poder hablar del escritor, actor, productor, dramaturgo y gran amante del teatro regional, creo que vivimos en un mundo injusto, y deberíamos acabar con esa injusticia escénica y generar mecanismos para que las nuevas generaciones conozcan la vida y obra de tantos actores, actrices y cantantes que dieron su vida haciendo teatro regional; tercera llamada, hoy comenzamos, masinó que sí.

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