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Desde hace mucho quería escribir estas líneas, pero la verdad es que me excusaba en el pretexto de cosas que sucedían en esta sociedad variante, y una de las enseñanzas del jefe, es el deber periodístico ante todo. Hoy la verdad es que no sé quién va a escribir, si Mario o Dzereco, pero cualquiera de los dos que lo haga, compartirá los mismos sentimientos; respeto, admiración, amistad y un gran cariño por su persona. Como decía García Márquez: “No llores porque terminó, sonríe porque sucedió”, y creo que me siento muy agradecido porque sucedió en este universo llamado vida el placer de coincidir, sin duda son muchos los momentos.

Si la memoria no me falla, fueron los medios quienes cruzaron nuestros caminos e hicieron que se fuera forjando una gran amistad, recuerdo aquellos programas en la radio en el columnista en donde los debates siempre dejaban un conocimiento, las huellas de Sac Beh, con tres grandes mentes al frente, sin duda era un bálsamo de conocimientos derramados al televidente, y su manera única de entrevistar en el programa “Acérquese”, después vino ese hermoso proyecto, “Yucatán Día a Día”, en el cuál compartíamos la mañana de lunes a viernes, siempre con un motivo para entablar una plática amena, varias veces nos hizo el favor de ser jurado en los concursos de altares para época de finados, y cuando surge “El poder de la pluma”, al poco tiempo me hace la invitación para ser parte, recuerdo muy bien sus palabras: “Deberías de escribir en el periódico licenciado”, a lo cual respondí con el mismo título, ¿usted cree licenciado?, licenciado lo será usted me dijo, y una sonrisa salió de mi.

El tiempo fue fundiendo los eslabones de una hermosa amistad, nunca nos hizo falta motivo para poder hablar y charlar de manera jocosa y siempre había algo que aprender con él, un gran apasionado del español, de nuestra historia, nuestras costumbres, y orgulloso hasta el último poro de su hermoso Valladolid, ¿jefe usted es de Valladolid?, y sin pensar contestaba: “sí señor”. No había tema del que no supiera, muchas pasiones en su vida, los toros, la fotografía, el español y el periodismo, sin duda a todas les dedicó alma y corazón, porque si algo era el jefe, era un gran profesional de una forma intachable. Siempre cumplía al pie de la letra, cada miércoles extraño que suene mi teléfono para escuchar de su voz: “licenciado, mañana le toca, espero su cachito, no lo estire mucho porque luego no alcanza”.

Son muchas las platicas plasmadas en mi mente y mi corazón, cómo se le iluminaban los ojos cuando hablaba de su familia, el orgullo que sentía cada vez que en el escenario a Emma veía, y ni qué decir de cómo se le inundaba el rostro de orgullo cuando hablaba de su nieto, hoy, al tiempo y la distancia, el dolor aún palpita en la mente y en el corazón, pero agradezco a Dios y a la vida que me haya dado la oportunidad de conocer y disfrutar de un ser maravilloso como era don Martiniano Alcocer.

Se le extraña y mucho, pero estoy seguro de que ya debe de estar haciendo las crónicas y reportajes de lo que sucede en el cielo, se quedaron muchas páginas sin escribir, pero solo es cuestión de sacudir la pluma y ejercer su poder para seguir escribiendo los relatos de esta vida, donde se tiene la dicha de vivir y a grandes personas conocer y, sin duda, uno de ellos es don Martiniano Alcocer.

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