Primera Guerra Mundial híbrida
Edgar Rodríguez Cimé: Primera Guerra Mundial híbrida.
Tiene razón el analista de geopolítica, Alfredo Jalife Rahme, cuando dice que: “en Ucrania estamos ante la primera guerra híbrida del mundo”, porque si las de antes fueron militares -con bombas nucleares- las del siglo XXI serán, además, de medios de información (Occidente contra los de Eurasia y Asia), propagandísticas (“buenos” versus “malos”), financieras (dólar contra rublo y yuan), económicas, energéticas, alimentarias y culturales.
Con la guerra de Ucrania aprendí varias cosas, entre ellas a ser más mesurado a la hora de escribir sin antes consultar bien y no solamente en medios de Occidente, porque en la era de la posverdad y la no verdad, sustentada en medios masivos y redes sociales, claro que le fue posible a los medios de Occidente: Estados Unidos y Europa, “silenciar” la invasión norteamericana en Ucrania en 2014, y luego deslumbrarnos con su “verdad”: la invasión de Rusia en 2022. Con los bombazos atómicos lanzados por Estados Unidos contra la población indefensa en Hiroshima y Nagasaki -retorno de la civilización al salvajismo- se acabó la Segunda Guerra Mundial. Para asegurar la paz entre los belicosos capitalistas, se firmaron acuerdos: como el de que Estados Unidos no militarizara regiones de Europa cercanas a la entonces Unión Soviética, hoy Rusia.
Por supuesto, para alimentar a su industria armamentística, Estados Unidos continuó militarizando países de Europa instalando bases de la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN) en donde conseguía convencer a los gobiernos con la amenaza de “fortalecer su seguridad”.
También aprendí que las mayores reservas de petróleo y gas en el mundo están en Eurasia, en Rusia. Y que ellos, los “malosos” rusos, les surten buena parte de la energía a Europa y también a Estados Unidos. Y que ahora, con la serie de sanciones económicas impuestas internacionalmente a Rusia, este país no les dejó de vender energéticos, sino que se los está cobrando en rublos, con lo que se revalúa la moneda rusa. Y la economía rusa se robustece a nivel mundial.
Igualmente aprendí que una de las mayores reservas de cereales en el mundo está en Ucrania (30 por ciento), ahora controlada por el ejército ruso y que está varada debido a la destrucción de la guerra sin poder exportarse, por lo cual se aproximan hambrunas. Un ejemplo de la dependencia alimentaria de Estados Unidos con Rusia es en la producción de leche para bebés, y con las sanciones gringas contra ese país, quienes pagan las consecuencias son los nenés de esa nación.
Una nación como Ucrania, con importancia geoestratégica / militar / económica / energética / y alimentaria, forma parte del círculo de seguridad para un vecino tan poderoso como Rusia, como potencia política, económica y militar, del mismo modo que México lo es para el mismo Estados Unidos, que jamás permitiría que los rusos vengan a instalar treinta laboratorios de experimentación con enfermedades pandémicas dentro de su guerra bacteriológica entre las súper potencias, como lo hicieron los estadunidenses en aquella nación.
En fin, la guerra de (des) información en Occidente la ganaron los gringos: los “buenos” son ellos y los “malosos”, los rusos. Pero la financiera / económica / energética / alimentaria, la están ganando los rusos y, de pasadita los chinos, que continúan con su robusto ascenso financiero, económico y tecnológico.