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Mientras exista una mujer asesinada, violada, mutilada o desaparecida no pararemos exigiendo alto a la violencia

El patriarcado es un sistema de autoridad masculina que oprime a las mujeres a través de instituciones sociales, políticas y económicas. Es un sistema histórico y universal de violencia masculina contra la mujer, que ellas han sufrido en todas las circunstancias de la vida: tanto en la paz como en la guerra, dentro del hogar o en la vía pública, en el trabajo o en los espacios de ocio, en lo público y en lo privado. La mujer vive violencia por su condición, la cual se dimensiona desde el abuso sexual, la agresión físca, psicológica, de control, de dominio económico, de exclusión y de prohibición.

La masculinidad está asociada al poder, al control, al dominio, a la posición de conocimiento y al gobierno. Pero para que cualquier persona pueda acceder a las características anteriores se requiere un requisito muy importante: la libertad, o en otras palabras estar liberado de otras funciones y/u obligaciones necesarias para poder realizarlas, como las de alimentación, vestido y cuidado de los hijos y el hogar, así como la salud de los ancianos, desplazando estas tareas –no remuneradas- a las mujeres, apresándolas a contribuir al sistema económico de manera visibilizada.

Ante esto, son entendibles las manifestaciones que no hemos dejado de ver en semanas anteriores: un hartazgo de las mujeres que se ha evidenciado en que los discursos no han construido un ambiente seguro y de paz para ellas; y esto es porque para poder resolver los conflictos sociales éstos deben ser atacados desde su raíz, es decir, directamente en el contexto ideológico que aún persiste y se niega a desaparecer, en parte por no querer asumir los costos políticos de una acción político-social, que rompa el sistema patriarcal y destinar los esfuerzos a la prevención como vía de erradicación de la violencia.

En el orden práctico existen muchas acciones por hacer, de las cuales mencionaré algunas: Llevar la inclusión de manera obligatoria en la educación formal, campañas permanentes y reiteradas de sensibilización a la población -donde se rechace de manera directa las conductas, actitudes y comportamientos violentos contra las mujeres-, sensibilizar a las autoridades para atender a las víctimas e introducirse de manera formal al currículum académico en las universidades, al menos en todas aquellas disciplinas que requerirán de una perspectiva de género óptima como son Derecho, Medicina, Trabajo Social, Psicología, Educación, Periodismo, Policía, entre otras.

Estoy convencido de que para lograr estos cambios es necesario sumar y no restar, que las mujeres están haciendo su parte y los hombres debemos contribuir a generar una forma diferente de pensar y actuar. Los roles masculinos y femeninos pueden ser modificados, y ésta es una tarea de todas y todos.

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