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Siempre recuerdo a las personas que han influido en mi vida por cualquiera que sea la razón y que me han permitido evolucionar, porque si el encuentro no hubiera ocurrido la historia de hoy sería diferente. Don Andrés García Lavín es de esas personas que marcan la vida con el ejemplo, por lo menos a mí me ocurrió así. Tuve la fortuna de conversar con él en más de una ocasión, de recibir su consejo, pero sobre todo de verlo en acción para entender varias cosas.

A pesar de que era un hombre de carácter fuerte y que también lo escuché en momentos de decisiones difíciles, también creo que sabía escuchar a los demás y eso es un privilegio del que pocas personas pueden presumir, sobre todo cuando llevas la batuta en la mano.

Sin hablar solo de alabanzas, porque don Andrés no creía que fueran necesarias, creo que la más importante de sus enseñanzas fue hacer el bien sin tener que contarle a todo el mundo. Siempre decía: “Lo que haga tu mano izquierda que no lo sepa la derecha” y para mi fortuna fui testigo de que muchas de las buenas acciones que protagonizaba eran tan privadas que solo las conocía su asistente porque había que tener documentación para mantener la obra viva.

Así las cosas, pasados los años he conocido más de su legado, de la formación que tuvo, las creaciones de las que fue parte, los organismos internacionales en los que su opinión era importante y de los que fue incluso presidente vitalicio a pesar de que residió en Mérida por decisión propia gran parte de su vida que incluía viajes para atender todas esas cosas en las que su asistencia era necesaria.

He pensado que a los grandes líderes que han partido de este mundo debemos recordarlos más que en su fecha de fallecimiento en su día de cumpleaños porque fue una fecha como esa en la que llegaron a mejorar el mundo con su contribución.

Seguramente esos talentos se heredan, ya que algunos de sus hijos practican buenas acciones todos los días para ayudar a personas que lo necesitan, ya sea por cuestiones de salud, atención psicológica, acompañamiento y más.

Y me parece que esas son las cosas que al final importarán. Dejar detrás de ti una huella de que en vida contribuiste a hacer un mundo mejor. Creo que es el sentimiento que me deja escuchar en misa los domingos, en una capilla en especial, que pidan por él, a pesar de que físicamente no está desde hace doce años, porque su actividad dejó gratos recuerdos en quienes apoyó mientras pudo.

El ejemplo que dejó algunos todavía lo practican en su empresa: saludar a los que llegan, ayudar a quienes necesitan, apoyar a otros aunque no sea por lo que te pagan, tener el orgullo de portar la camiseta, dar las gracias y sobre todo compartir el pan de cada día.

Yo mejor aprovecho que es lunes y que aún sigue el verano para recordar con admiración a este maravilloso progreseño con quien tuve la oportunidad de colaborar. ¡Que sea feliz!

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