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Cuando era chica, mi fascinación en la televisión era un programa llamado Señorita Cometa, que seguramente las personas de mi generación conocen, aunque hay otros que se pueden acordar porque el Güiri Güiri la presentó en las pantallas de programas de olimpiadas años después de que dejó de ser aquella jovencita que cuidaba a dos estudiantes adolescentes traviesos por culpa de los cuales siempre terminaba castigada.

La Señorita Cometa era una especie de Nana que tenía poderes mágicos o al menos eso creía yo, la realidad no importaba, sino lo que me dejaba en la mente su presencia. A esa edad, y en el siglo pasado, uno realmente creía lo que le decían los adultos o lo que la televisión enseñaba, por muy descabellado que ahora parezca. Y así conocí a la primera amiga real que asumió el papel de esa especie de héroe de la pantalla chica que además alejaba el miedo de la vida cotidiana de un estudiante de primaria.

Lourdes –así se llamaba- juraba a su corta edad conocer al maguito que aparecía en la serie y tener el poder de castigar a las malas personas con su varita mágica, lo que era una situación sensacional para las víctimas de quienes ejercían la agresión contra el otro. En esos tiempos el bullying no era conocido como tal porque las redes sociales no habían hecho su aparición, pero existía.

Creo que siempre ha existido, quizá con menos violencia y es eso en lo que debemos trabajar. En la educación para la paz que enseñe a los alumnos de hoy que se puede transitar por este planeta proponiendo nuevas ideas, trabajando en equipo, cultivando nuestras habilidades blandas para ser mejores seres humanos. No esos que parecen alegrarse de los errores de los otros, aun cuando sean desagradables conductores de televisión que anuncian una cerveza sin alcohol. El asunto es cuando volvemos la broma algo para que todo mundo enloquezca y opine.

Pareciera que los seres humanos estamos esperando cualquier oportunidad para escribir palabras de venganza, critica o daño sin conocer al otro, opinar porque pretendes dejar la enseñanza en otro.

La Señorita Cometa regresó a mi vida en el cuerpo de otra persona para hacerme la existencia más divertida. Y es cuando entendí que la magia no requiere de una varita, sino del don de la palabra para ayudar a evolucionar a otro lejos de la crítica que pretende siquiera juzgarte, de la oreja que sí escucha tu relato o trata de entender tus dudas aunque las ideas estén muy lejos de su pensamiento, de la lengua que aconseja en el momento preciso, o cuando ni siquiera lo esperas. No requiere de un pensamiento femenino, necesita un ser de luz que se convierta en acompañante de este camino llamado vida.

A mi querida Señorita Cometa le dedico estas letras que escribo hoy por defenderme de los que se robaron el suspiro, el aliento o la paz; estaré agradecida siempre. Nunca sabes la necesidad de la compañía hasta que te sientes feliz contigo mismo.

Yo mientras aprovecho que es lunes para enviar buenas vibras a quienes cumplen años en octubre que esta semana corresponde a mis amadas Domenica Castilla, Silvia Canto y Heidy Juárez. Que tengan extraordinaria vida. ¡Que sea feliz!

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