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He encontrado un tema recurrente en redes sociales y en reuniones familiares y de amigos, relacionado con las personas que, no siendo oriundas de Yucatán, lo han escogido como lugar de residencia; muchas de estas personas se han adaptado a usos y costumbres de los yucatecos, y otras pretenden, desde su punto de vista, actualizarlas. Aparentemente puede juzgarse a la ligera el caso de Lady Pib, del fraccionamiento Las Américas, y otros en que, a través de redes sociales, se han establecido verdaderas confrontaciones entre oriundos y recién llegados a la península.

La inseguridad se atribuye popularmente a las personas que han venido de otros estados, dando por hecho que los lugareños que se han unido a la delincuencia han sido contagiados por las nuevas costumbres y conductas desordenadas de los que han llegado. También se reconoce la valía de personas que han establecido negocios que enriquecen nuestro comercio y ofrecen a los ciudadanos mejor oportunidad de seleccionar sus compras entre mayor variedad de productos.

Sean nacidos en la península o personas que, atraídas por las bondades de Yucatán, decidieron establecer su residencia aquí, todos debemos tener el compromiso solidario de cuidar nuestras ciudades, campos, playas y vías de comunicación.

Se requiere el esfuerzo de las autoridades para hacer respetar los reglamentos y la buena disposición de los ciudadanos para hacerlo y rebasar lo establecido, a fin de recuperar la tranquilidad y belleza de nuestro estado, que se está perdiendo.

Es conveniente y muy necesario que cuidemos del medio ambiente, no tirando nuestros desperdicios por las calles, punto en el que los responsables del reglamento deben intervenir para regular los servicios de retiro de desechos municipales en forma y horarios adecuados, y evitar el desagradable espectáculo de los camiones recolectores sucios y malolientes la mayoría de ellos y acabar con la costumbre de doble cobro: el boteo que realizan los recolectores, y la cobranza del sindicato Pamplona que contradice las promesas de campaña de nuestros gobernantes.

La conducción de vehículos, desde los carros particulares hasta los de servicio urbano, es una vergüenza, especialmente esa nueva línea de camiones verdes que presume de influyente y se conducen permanentemente con exceso de velocidad, efectuando paradas cuando quieren e ignorando a las personas de la tercera edad que tienen derecho a descuento.

La cortesía en la conducción de vehículos es importante para el rescate de esas costumbres que recordamos con nostalgia, volver a la conducta de honradez y no tomar lo que no es nuestro y tratar a nuestros semejantes con la cortesía proverbial de nuestra península. Mérida es una ciudad que llama la atención por la ausencia de carros llamados carcachas por su mal estado y también por el exceso de velocidad con que conducimos haciendo caso omiso a la solicitud de las luces direccionales y con poco respeto a las aéreas reservadas para vehículos de personas con limitaciones físicas.

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