Un buen juez (y III)
El poder de la pluma
Comenté en esta columna la semana pasada que el padre de mi entrevistado dijo cuando le entregó su título de licenciado en Derecho: “Esto no es nada y no te voy a llamar licenciado”. Diez años después, lo miró a los ojos y le dijo: SEÑOR LICENCIADO.
Continuando su relato comentó:
Antes de esta anécdota, ingresé al Poder Judicial de la Federación en 1991 como meritorio y tuve la oportunidad de ejercer mi primer trabajo oficial: entregar los expedientes del archivo, ya que el puesto era una suplencia del intendente, don Víctor Gómez. La necesidad de ganar unos pesos y el deseo de aprender fueron más fuertes que levantarme a las 4 de la mañana para venir a Mérida, barrer, trapear y aspirar la oficina del Tribunal Unitario del Decimo Cuarto Circuito. Después de esta suplencia, siguió otra, pero ahora como oficial judicial y te puedo decir que fue mi primer escalón en esta maravillosa carrera Judicial.
Terminada la carrea de licenciado en Derecho, me trasladé a Cancún y en el mes de agosto de 1993 ingresé al Poder Judicial del Estado de Quintana Roo, como actuario en el juzgado familiar. Desde ese momento en adelante ha sido un esfuerzo constante buscando la excelencia y dejando en claro a la sociedad que ser servidor público es uno de los mejores puestos que se pude tener, siendo permanentemente empático con las personas y entendiendo sus necesidades para satisfacerlas.
En mi andar he conocido personas valiosas que me dieron la oportunidad de aprender, y también de enseñar y guiar. A todos ellos los llevo permanentemente en mi memoria y mi corazón.
A esa gente que me demostró aprecio y lealtad siempre le estaré agradecido. Abogados litigantes, que me conocieron hace más de veinte años, que salieron conmigo día tras día sin descanso a notificar cuando era actuario, a quienes nunca condicioné para hacer mi trabajo y así hasta el día de hoy.
Siempre te vas a encontrar con obstáculos, con personas que dirán cosas malas de ti, que te harán parecer el peor de los hombres; son aquellos que no quieren que yo llegue a ese momento de vida con el cual he soñado. No a ese cargo político a que muchos aspiran, no amigo, mi sentimiento nace desde el día que vi a mi abuelo resolver un conflicto siendo juez de paz. Desde ese momento supe lo que quería ser, y gracias a Dios he podido realizar mi sueño. Si en esta ocasión mi objetivo se ve frenado, me haría feliz simplemente regresar a mi cargo de juez, ese lugar mágico lleno de bendiciones y también de sinsabores… pero ese soy yo, esa es mi esencia. No pierdo, al contrario, gano en experiencia y sensibilidad para atender a la ciudadanía, a nuestra gente ávida de justicia. Ese puedo asegurarte que soy y deseo seguir siendo, querido amigo.