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Cuando el tiempo se vuelve arena que se escapa entre los dedos ya no quieres desarrollar actividades que consideras poco importantes, como el administrar una casa, generar un producto o servicio que pudiera ser exitoso, representar una marca que te pague bien por hacerlo y en general actividades económicamente lucrativas pero sin un motivo social importante, que valga la perna. Y te sientes en una sociedad decadente, en una ciudad hermosa, con gente individualmente buena, pero que vivimos mintiéndonos, estafándonos flagrantemente, robándonos y, en suma, engañando y engañándonos.

Mérida es una ciudad segura en cuanto a los estándares mundiales, pero el del estacionamiento nos roba con el reloj y defrauda al fisco, el del transporte nos roba porque no tiene cambio, el comerciante nos roba con el redondeo y los reglamentos municipales existen pero no son aplicados. Exceso de velocidad vehicular, motocicletas sin control, escarpas sin rampas o con rampas absurdas para sillas de ruedas en la zona comercial del centro, medidores de luz a peligrosa baja altura, teatros que son trampas mortales en caso de siniestro, ambulantaje sin control, letreros comerciales fuera de norma y de reglamentos, abandono en las oficinas de gobierno, perifoneo sin control en el centro y las colonias, fauna doméstica que se multiplica sin tasa, etc., etc., etc. La lista sería verdaderamente interminable.

NO SE APLICAN LOS REGLLMENTOS pensando que los hubiera. Esto nos lleva a concluir que la barredora contra la corrupción no ha llegado a Mérida. Lo anterior no es privilegio nuestro, porque tenemos una televisión nacional que miente flagrantemente cuando pondera bondades inexistentes en los artículos que promueve como si el auditorio fuera estúpido. ¿Dónde quedó el Consejo Nacional de la Publicidad? ¿Quién prohíbe el lenguaje no solo ofensivo por lo vulgar, sino verdaderamente procaz, de los presentadores y los presentados?

Ponen membretes a la ciudad que nos ofenden a los ciudadanos, porque no estamos realmente seguros, como en la época de un gobernante militar que mantuvo a raya a la delincuencia común, que es el verdadero flagelo de los meridanos. Abundan las cantinas de 24 horas, los redondeos amañados, pésimo servicio de transporte urbano y foráneo y cuando llueve las calles se inundan como hace 50 años, sin que se haga nada más que seguirnos dando, como se dice, atole con el dedo. Ya, paremos esto y pensemos en los hijos y los nietos de nuestros vecinos, para que ellos piensen en los nuestros.

ENTRE OTRAS COSAS. Vale la pena tomar muy en cuenta el jardín del Dr. Tomás Mendiburu para nuestras fiestas. No he visto en Mérida otro lugar que ofrezca las condiciones de belleza verde e instalaciones de primera como las que encontré en este lugar, que se está colocando rápidamente en las preferencias del público, para la celebración de sus eventos. Lo recomiendo.

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