De libros prohibidos
En el Yucatán, hay un libro que fue incómodo para la casta divina.
Reseñar títulos bibliográficos de obras literarias censuradas, tanto por autoridades civiles como eclesiásticas, en el ancho mundo, en todas las dimensiones del tiempo, es tarea de referencias. Gobiernos totalitarios, teologías de tonalidades diversas, autocracias, castas divinas y otras gobernanzas han encontrado peligrosos algunos libros que se han censurado y hasta retirados de la circulación.
En el Yucatán peninsular no hemos estado inmunes a esta forma de intolerancia. Como para presumir un poco, tenemos a nuestro Fray Diego de Landa que, inundado de celo religioso, fue más allá de la simple prohibición; puso en práctica el proverbio popular: muerto el perro se acabó la rabia, así que colocó en hoguera candente cientos de manuscritos mayas.
Para la llamada Casta Divina, de moda en los tiempos de la bonanza henequenera, el libro que les raspó el orgullo a esos potentados fue el escrito por John Kenneth Turner, quien, en el primer capítulo de México bárbaro, los desnuda por completo como esclavistas de mayas peninsulares y yaquis exiliados de sus territorios. La indignación por la publicación de esta serie de ensayos causó prurito en los hacendados, ya que haciéndose pasar por hombre de negocios, el escritor y periodista entrevistó a muchos de ellos. El furor era natural, pues no solamente le dieron casa, comida y otros entretenimientos, sino que les “vio la cara”. Los potentados de frac y leontinas de oro enviaron cartas a Porfirio Díaz, en donde juraban y perjuraban que la palabra esclavitud sólo la conocían en el diccionario. Como colofón solicitaban que a México bárbaro se le aplicara la medicina que el famoso Fray de Landa le dio a los códices mayas.
Aunque el libro siguió circulando en la república mexicana, al menos en Yucatán fue proscrita su lectura a los alfabetas de aquellos soles. Esta obra tiene similitudes con una obra muy conocida por los lectores de hoy: La cabaña del tío Tom, de Harriet Stowe, también causante de muchas antipatías al denunciar la misma situación social, pero en diferentes contextos: la esclavitud.
El autor de México bárbaro comparte ciudadanía con Oscar Lewis, quien levantó ámpulas con Los hijos de Sánchez. La publicación en español, editada por el Fondo de Cultura Económica, costó la remoción de su director Arnaldo Orfila y una demanda judicial contra el autor por parte de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. La obra bibliográfica es referente obligatorio para conocer el México del siglo XX (Continuará).